El profuso listado de retos a los que hizo frente el sector del cerdo blanco en la pasada década es el mejor ejemplo de cómo la ganadería y su industria asociada en España y en el resto de la Unión Europea (UE) tuvo que hacer un cambio de chip para seguir produciendo en un contexto que les pide más y mejor.

«Más» y «mejor» podrían ser por tanto las palabras clave en un sector que quiere dar respuesta a la creciente demanda mundial de carne y a su vez adaptarse a un contexto de mayor sensibilidad por la sostenibilidad medioambiental, la salud y el bienestar de los animales.

Son desafíoos protagonistas desde 2010 a 2020 como recuerda a Efeagro el director de la interprofesional del porcino de capa blanca (Interporc), Alberto Herranz, quien califica esa década como un período de «acontecimientos».

PRODUCCIÓN CRECIENTE

Para que el sector exista tiene que haber ventas, y la cabaña española creció hasta tal punto que consiguió en esa década situarse en el primer puesto del ránking europeo, por encima de Alemania.

Pero con ello vino aparejada la necesidad de mirar más al exterior: si al principio de esa década las principales ventas en países terceros se dirigían en Rusia, tras el veto a las producciones agroalimentarias europeas que impuso este país en 2014, el sector centró el tiro en el sudeste asiático.

El cierre de Rusia «cambió la mentalidad de las empresas», hubo un cambio de chip, para apostar por diversificar los destinos y fue China el que más miradas atrajo hasta el punto de que ya acapara cerca de la mitad de todo el porcino que vende España fuera de la UE y es el primer destino en volumen.

En 2020, se vendieron 1,40 millones de toneladas a China, frente a las 300.000 t a Francia o las 200.000 t a Italia, siguientes en el ránking.

Fueron diez años en los que la carne de cerdo española se consolidó en el mundo y así lo reflejan las cifras: de los 1,23 millones de toneladas de carne exportadas (tanto UE como terceros países) en 2010 a cerca de 3 millones en 2020.

Herranz es consciente de la necesidad de «vender cada vez con más valor añadido y diversificar mercados».

BIENESTAR ANIMAL

La defensa del bienestar animal también tuvo un cambio de chip, ya que alcanza actualmente niveles históricos que se consagran en el ámbito europeo gracias a una ingente normativa, que cogió velocidad a partir de 2013, cuando entró plenamente en vigor el Real Decreto 1135/2002, de 31 de octubre, sobre normas mínimas para la protección de los cerdos.

Se establecía, por ejemplo, que en las granjas se evitasen niveles de ruido continuo superiores a 85 decibelios o que los locales de estabulación se construyeran de forma que los animales pudieran tener acceso a un área de reposo confortable, descansar y levantarse normalmente.

Más allá de la obligación legal, en 2018 la Interprofesional española comenzó a elaborar un reglamento técnico sobre bienestar animal, de aplicación voluntaria, con el fin de que fuese «más exigente» que la normativa existente.

Un grupo de científicos lo elaboró y se centra en mejoras sobre alimentación, alojamientos, confort, transporte, bioseguridad e incluso bienestar emocional.

También lanzó un sello de bienestar animal, del que participan otras interprofesionales cárnicas y que fue presentado a finales de 2019.

SOSTENIBILIDAD Y SANIDAD

En estos 10 años, la sostenibilidad medioambiental «se ha convertido en clave» en la UE, con buque insignias como el Pacto Verde Europeo.

En esta materia, y dentro de un cambio de chip integral, la producción de cerdo blanco ha conseguido reducir en España más de un 40 % las emisiones de gases de efecto invernadero, producir un 50% menos de purines y aprovechar el 90% como abono orgánico, según detalla Herranz.

El camino iniciado continuará durante las próximas décadas hasta conseguir el impacto climático neutro antes de 2050.

La lucha contra las resistencias antimicrobianas nació en esa década, convertida en una amenaza a la salud mundial, y el sector ganadero también está llamado a colaborar: la UE ya prohibió el uso de piensos con promotores de crecimiento en 2003 y durante estos años se está atendiendo la necesidad de reducir el uso de antibióticos.

De hecho, las granjas de cerdo blanco han recortado desde 2015 un 97 % la utilización de colistina, un 55 % la de neomicina y un 74 % la de aprimacina.

ALIMENTOS ALTERNATIVOS Y PROYECCIÓN ANIMALISTA

Al final de esta década pasada cogió también impulso el lanzamiento de alimentos alternativos vegetales que intentan imitar en forma y sabor a los de la carne, una tendencia a la que incluso se han apuntado industrias cárnicas; un hecho este último que desde Interporc ven «respetable».

También han estado pendientes de la proyección de movimientos veganos y animalistas, ante los que Herranz responde insistiendo en la apuesta de su sector por el bienestar animal durante estos años y su disposición a trabajar conjuntamente con ellos para avanzar.

La década ha arrancado ahora con una pandemia sanitaria que, a juicio de Herranz, obliga a «redefinirnos a todos», con la esperanza de que la vacuna «nos haga volver a la normalidad» de la actividad.

(Texto: Juan Javier Ríos / Efeagro)

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