Gregorio Gómez García- Courtoy / Ganadero e Ingeniero Agrícola

En los últimos tiempos, en las jornadas de sanidad bovina y tuberculosis promovidos por el Ministerio se nos transmiten varios mensajes -algunos veladamente- que paso a describir. En primer lugar se nos plantea la grave situación sanitaria que provoca la Tuberculosis en el mundo como si la micobacteria que se busca en Europa tuviera relación con ello. En segundo lugar se nos muestran imágenes de vacas en avanzado estado de enfermedad, como no se han visto en España desde mucho antes de implantar las Campañas de Saneamiento Ganadero. En tercer lugar se nos disuade de seguir la normativa al considerar la tuberculosis un gran obstáculo al comercio internacional como si España, donde no hay enfermedad clínica no importara ganado de países donde sí la hay.

En ocasiones se responsabiliza a veterinarios y ganaderos del progreso de las campañas, amenazando con sanciones a los primeros y conminando a los segundos a cerrar las explotaciones si sus rebaños “están en riesgo“. Algunos ponentes en sus intervenciones toman a chanza la necesaria relación que debe existir entre el estado sanitario de un animal y la necesidad de que sea sacrificado y lo hacen sin tener en cuenta el vínculo que pudo crearse entre éste y cuidador.  Generalmente se termina justificando las acciones y medios empleados como si fueran responsabilidad de Bruselas, cuando lo limitado es el presupuesto que se destina a las mismas por algunas regiones que es nulo.

Ante lo que venimos escuchando deseo puntualizar lo siguiente:

En primer lugar y aun conociéndose que la fauna está afectada desde hace bastantes años, resulta improbable que esta bacteria -aparentemente estable durante todo éste tiempo en el reservorio- pase a tantos centenares de rebaños en 2014 y 2015 incluso a los estabulados. El introducir éste argumento en el diálogo produce tensión social entre colectivos rurales y con él vemos continuamente como justifica la administración su fracaso y oculta su responsabilidad de la matanza  de 40 mil vacas anualmente.

En segundo lugar, no se puede aceptar ciertas las elevadas cifras de prevalencia actuales y es que estas utilizan para los cálculos los animales “considerado positivos“ por la autoridad pudiendo quintuplicar la prevalencia calculada con el rigor que pide la O.I.E. que establece que debe calcularse con los  “animales infectados por el patógeno“. Por poner un ejemplo de este error en una región española en 2015, bajo al amplio margen que permite el  reglamento europeo, se consideraron positivos 11.395 animales, de entre ellos se tomaron y analizaron muestras a los presentaban más indicios de enfermedad que fueron 2.495 y de éstos solo resultaron estar infectados 270. No siendo el cultivo analítica perfecta, podemos considerar que un 20% de los animales sacrificados estaban infectados, por lo que 9.116 bovinos de los sacrificados en esa región en 2015 no estarían infectados.

En tercer lugar, esta alta y falsa prevalencia permite a su vez a las autoridades justificar el incremento de sensibilidad diagnóstica o capacidad de “bajar el listón“ o “especificidad“ que permite evitar sacrificar animales sanos para mejorar la relación coste / beneficio del programa. Sirva de ejemplo que una parte tan importante como 15.000 de los 40.000 bovinos que se sacrifican anualmente en España provienen de la debilidad de unas pruebas como el “gamma- interferón“, solo recomendada por su baja especificidad en casos muy concretos y que alguna región española presume de usarla “ad libitum“.

En cuarto lugar, hay que recordar a las autoridades que existe la Decisión 341/2008/CEE, sobre la gestión de los programas de erradicación que obliga a fijar objetivos razonables empleando los medios y recursos necesarios, incluyendo expresamente el eliminar el patógeno aunque esté en el reservorio y que exige utilizar los medios científicos y técnicos más avanzados.

En otro orden de cosas, sin entrar en detalles y para hacernos una idea de la realidad de la gestión de ésta enfermedad hay que tener presente estos argumentos:

1) Según la EFSA “no hay una clara asociación entre los casos de tuberculosis por M. Bovis en el ser humano en una zona y la presencia o ausencia de Tuberculosis Bovina“. Los casos en el ser humano son bajos, asociados al consumo de leche no pasteurizada y en un 50% a inmigrantes.

2) La O.I.E. clasifica a España como “ausente de enfermedad clínica“ aunque detecta riesgo de infección en bovino

3) Según un reciente estudio de la U.E. si tu rebaño está en países “no libres de la enfermedad“ (NOTF) tienes 6 veces más posibilidades de tener que cerrar que si lo está en países OTF. Entre 2010 y 2015 en las regiones NOTF, 470.749 de los 1.638.694 rebaños existentes tuvieron que cerrar, frente a los 12.000 de los 140.000 rebaños OTF.

4) Los  costes de reactivos o kits para las pruebas oscilan entre 1,5 y 20 euros

5) La vacunación existe y se puede usar en casos de enfermedad en el ganado -pero en España no existe como tal la enfermedad en estado clínico según la O.I.E. y además está prohibida en bovino en la U. E. precisamente por existir programas de erradicación-.

6) La prueba tuberculínica comparada se usa de rutina en varios países de la U.E., algunos tan parecidos en todos los ámbitos a España como Portugal para “evitar falsos positivos“ o en países tan “infectados“ como Irlanda “para evitar el sacrifico de 510.000 bovinos “Falsos Positivos“ según justifican los propios programas de erradicación de esos países, por lo que no puede justificarse su veto.

7) La inoculación tuberculínica en el cuello o en el hombro -hoy solo en el cuello- fueron autorizadas en Europa por ser más sensibles que en la base de la cola, pero resulta paradójico que en la mayoría del mundo y en países como EEUU y Australia donde se erradicó la enfermedad, se hiciera inoculando la tuberculina en este lugar tan poco sensible y tan denostado por la autoridad y no autorizado en la U. E.

8) Deben explicar mejor en qué ralentizaría el contraanálisis la campaña de erradicación en España. También de por qué no se informa de que el Reglamento, ante la reacción en la prueba simple y si se sospecha reacciones cruzadas permite la comparada. O del porqué en algunas regiones, tras un resultado dudoso de IDTB no se aplica la preceptiva prueba de confrontación a los 42 días.

9) Se estima en una media de 21 los meses que deben transcurrir para que una animal infectado resulte infeccioso,

10) Si se tuberculiniza un rebaño en intervalo inferior a 4 meses se corre el riesgo de dejar animales “Falsos Negativos“, enfermos que la prueba no detecta.

11) El reglamento comunitario se endureció en 2002 para ahorrar en el presupuesto y permitir sacrificar bovinos que hasta entonces se consideraban dudosos y para permitir el uso  de pruebas con baja especificidad y sin embargo desde entonces España, que había conseguido bajar del 12 % al 2 % su prevalencia, no ha avanzado absolutamente nada hacia la erradicación.

12) En cualquier caso el reglamento -creado para facilitar el intercambio comunitario- siempre ha sido muy abierto a interpretaciones y como en algunos cada país, región y provincia regula las pruebas e interpretaciones, se da la circunstancia de que animales negativos en un lugar se consideran positivos en otro, como bien conocen quienes han importado ganado de Portugal, Francia u otras regiones españolas y lo que en la práctica produce un efecto opuesto al deseado pues nadie se atreve a traer ganado a su explotación.

13)hasta la ley de seguridad vial, que regula una actividad de enorme riesgo para la vida y economía de las personas, previene de mecanismos de defensa para el conductor mientras podemos ver que en sanidad animal la sentencia a muerte de un animal positivo a una prueba de conocidos amplios márgenes de error resulta inapelable en aras de una ralentización de las campañas.

En un país soberano como España, que enarbola la bandera del bienestar animal y de la seguridad alimentaria resulta un disparate que en aras de mejorar el coste / beneficio de unas campañas con un objetivo utópico y en las que no se emplean los medios adecuados se considere rigurosamente necesario el sacrificar animales que se conocen como sanos en lugar de someterlos a pruebas más específicas. Resulta un despropósito el prohibir una segunda oportunidad para los animales que reaccionan positivamente a pruebas más eficientes y en última instancia no deja de ser una contradicción el que a los animales claramente infectados que pudieran enfermar no se les aisle y se les procure una vacuna o tratamiento como se hace en países que consideramos menos civilizados que el nuestro.
En pocos asuntos como en éste podría aplicarse de modo más certero la sentencia de Groucho Marx en que afirmaba “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados“

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