Jesús Lerone / Veterinario de Asaja Palencia

Recientemente el Ministro de Consumo, Alberto Garzón, ha dicho que hay que comer menos carne, ya que “perjudica a la salud y al planeta”.

En cuanto a lo de la salud, no sabe lo que dice, ya que la carne es un alimento básico saludable y fuente de proteínas necesarias. Como todo alimento, en su justa medida.

En cuanto a lo del planeta no tiene en cuenta la huella verde de la ganadería, lo que contribuye a evitar los incendios al pastar eliminando la maleza, o lo que abonan los animales de forma natural con su estiércol para que crezcan verdes las nuevas plantas que producen oxígeno y eliminan CO2.

Pero no voy a entrar a debatir más sobre quiénes son los mayores agentes contaminantes, que desde luego, no son los animales, o que perjudica más a la
salud, sino en cuáles son las alternativas que proponen para cubrir el imprescindible aporte proteico en nuestras necesidades alimenticias.
¿Carne artificial cultivada en placas de Petri en cuyo proceso de fabricación también se contaminará? ¿Proteínas de origen vegetal que en cantidad y variedad de aminoácidos esenciales están muy por debajo de la proteína de origen animal? ¿Insectos o sus larvas para incluir como “producto alimenticio” en los potitos de los niños en sustitución de la carne o el pescado?

Detrás de estas iniciativas se encuentran además intereses económicos de empresas que quieren explorar otros mercados, como Beyond Meat o Impossible Foods que van ganando terreno en un incipiente mercado de productos hechos a base de proteínas vegetales, la conocida como carne ‘falsa’. Los analistas estiman que el mercado para la carne hecha a base de proteínas vegetales podría incrementar su valor hasta los 85.000 millones de dólares en 2030.

Otra de las personalidades más relevantes, Bill Gates ha invertido en la fabricación de carne artificial de laboratorio. El magnate tiene cuatro de las empresas más potentes del sector y declaró que los países desarrollados deberían pasarse a la carne artificial.

Esto que está pasando me trae a la mente a una película de 1973 protagonizada por Charlton Heston, “Cuando el destino nos alcance” (aunque el título original en inglés era “Soylent Green”). En la película, una pequeña élite que mantiene el control político y económico, tiene acceso a ciertos lujos como verduras y carne, mientras la mayoría sólo puede comer Soylent rojo y Soylent amarillo, que son la única fuente de alimentación. La empresa Soylent que fabrica los alimentos procesados de la mitad del mundo ha sacado al mercado el nuevo producto estrella Soylent verde, basado en plancton, según la publicidad de la compañía, aunque el origen es otro mucho más siniestro. No desvelo más de la trama, pero a este paso nos harán comer a todos Soylent Green de verdad.

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