José Vicente Andreu / Presidente de ASAJA Alicante

Cuando al dueño de un bar le suben el coste del café, de la luz o del empleado, sube sus precios. Cuando a un fabricante de tecnología le sale más caro que antes importar componentes, pagar sueldos y ensamblar aparatos, sube sus precios. Es el juego del mercado, amigos, todo el mundo lo entiende. Pero cuando un agricultor o ganadero debe pagar a precios desorbitados los fertilizantes, el gasoil, los salarios, el agua y la luz, cobra lo mismo. El productor agrícola no puede actuar como los demás empresarios para absorber los daños de la inflación. Es el mercado agrario, amigos, nadie lo entiende. Seguimos vendiendo a pérdidas porque tenemos una estructura de mercado en el sector de frutas y hortalizas en fresco en la que el precio se pone en destino por la gran distribución, quien hace valer su poder de negociación en la cadena alimentaria. En consecuencia, la producción no puede repercutir el incremento del valor de los inputs en el precio. La falta de interés de los sucesivos gobiernos por regular primero y por hacer cumplir después la Ley de Cadena Alimentaria hace que los agricultores y ganaderos seamos emprendedores para pagar, pero campesinos feudales a la hora de cobrar por lo que producimos. Por eso estamos saliendo a la calle en toda España y lanzando a la sociedad, al Gobierno y a la gran distribución un SOS para que el campo tenga respeto y tenga futuro.

Circula estas semanas una foto que ya es un meme: un kilo de naranjas, doce céntimos; una bolsa de plástico de supermercado, quince. La pancarta ilustra a la perfección la disfuncionalidad de nuestro sector agroalimentario en el que sale más caro el envase que el alimento. Calcule lo que pagan al productor y lo que ganan las cinco grandes distribuidoras que rigen el agro si el euro y medio que le cuesta a usted un kilo de cítricos es un 1.000% superior a su precio en origen. Los eslabones de la cadena alimentaria son grilletes de hierro para nosotros y collares de oro para ellas.

Vivimos en una democracia moderna, en una economía de mercado, en un Estado social y para colmo tenemos unos gobiernos central y autonómico que no creen que la economía se autorregule. El campo revienta de razones para que la Administración intervenga de oficio y de forma fulminante contra los desequilibrios del mercado agrario. El BOE expone desde diciembre de 2021 esta ley que garantiza a los productores que percibirán como mínimo un precio igual al coste de producción, pero en las alhóndigas no manda la democracia sino el feudalismo. Los distribuidores no temen ni inspectores ni sanciones porque saben que el mismo Gobierno que impulsó la ley ha decidido no usarla para evitar que se dispare aún más la cesta de la compra y con ella el voto a la oposición.

Nosotros hemos cumplido, pero nuestros gobernantes han vuelto a demostrar que les importamos lo que duran los disparos del fotógrafo. Hemos sembrado, regado y recogido las hortalizas de temporada encajando cornadas del 80% en gasóleos, del 50% en fertilizantes, del 200% en la tarifa eléctrica, del 33% en el agua del trasvase y del 20% en el agua de las desaladoras. Hemos regresado a casa de las lonjas tras elegir entre vender a pérdidas o volver con el remolque lleno y los bolsillos vacíos. Hemos ampliado préstamos o mordidos ahorros para preparar las nuevas subidas del salario mínimo y la cuota de autónomos. Pero hemos decidido que ya basta. Es hora de denunciar a gritos la hipocresía, la indolencia y hasta la inquina con que el Gobierno y el Consell gestionan el sector más primordial que puede tener un país, el sector primario, la producción de leche, carne, huevos, frutas, hortalizas y otros alimentos esenciales.

Por todas estas razones estuvo ASAJA Alicante el pasado miércoles con los agricultores y ganaderos de Murcia y por eso estaremos el viernes en Valencia y el 20 de marzo en Madrid junto al resto del campo español, lanzando un #SOSRural en la puerta del Ministerio de Transición Ecológica. Por todo esto, el día 10 de marzo rugirán nuestros tractores y el campo tomará la ciudad de Alicante junto a las autovías y supermercados en los que los tiranos del campo obran la alquimia de convertir el cobre de nuestros bolsillos en oro en los suyos mientras el árbitro calla con estratégica cobardía. Esta movilización es la enorme tarjeta roja que enarbolamos desde abajo para que nos vean al final de la cadena. No se muerde la mano que te da de comer ni cuando lleva grilletes.

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