Aunque el periodista y escritor Sergio del Molino pronostica que España avanza «sin ninguna duda» hacia un país sin pueblos y que en muchas zonas de su medio rural la población es «irrecuperable», atisba «un cambio en la sensibilidad» política exhibida siempre en torno a la extinción del campo español.

En una entrevista con Efe, el autor del ensayo «La España vacía», de 37 años, defiende que el actual debate sobre financiación autonómica «muy difícilmente» considerará la solidaridad interterritorial por criterios de despoblación, si bien defiende que las regiones que más la sufren han conseguido dar un paso al frente.

«No puede haber una misma solución y política para todos, en cada sitio habrá que hacer cosas diferentes»

«En la última Conferencia de Presidentes Autonómicos las regiones tradicionalmente más débiles ya se hicieron fuertes y lograron arrancar un compromiso histórico al Gobierno, como el propio modelo de sostenimiento económico», analiza Del Molino acerca del encuentro multilateral mantenido el pasado mes de enero.

El escritor critica que el sistema de sostenimiento económico de las comunidades se haya convertido en lo que denomina «una negociación y confrontación política en la que ganan los más fuertes» y donde los criterios demográficos objetivos son relegados a una «cuestión secundaria» ajena a las necesidades de cada enclave.

«No puede haber una misma solución y política para todos, en cada sitio habrá que hacer cosas diferentes. Además, se debe escuchar a la gente, y ser un poco menos ambicioso, pero trabajar más a fondo sobre el terreno», opina Del Molino, quien aborda la desaparición de la España rural en su reconocido ensayo, publicado en 2016.

En su opinión, los poderes públicos «no están atacando ni parece que sea su prioridad hablar de la destrucción de la población y del futuro de los pueblos pequeños, que están muy comprometidos», y subraya la «desidia» administrativa como culpable del «declive rural», un fenómeno geográfico que define la imposibilidad de resucitar la economía de esta parte del territorio.

«Al no haber un tejido económico que sustente el campo, se quitan servicios, y este hecho impide a su vez el retorno de negocios que pudieran reactivarlos. Esta espiral que va por un sumidero hasta que llega la despoblación absoluta», desgrana el periodista.

Del Molino justifica su postura hacia la administración por sus «muchos y muy solapados niveles, con competencias confusas y sin racionalizar» que impiden la fluidez en la prestación de servicios equitativos entre las distintas comunidades autónomas, independientemente de su densidad de población.

«Lo verdaderamente grave es que el Estado, hoy por hoy, no es capaz de garantizar servicios públicos de calidad a los municipios, estén donde estén», resalta.

En concreto, el autor apunta a las diputaciones provinciales y a las comarcas, que «al no responder a criterios de sufragio universal, generan oscurantismo y dificultades» en su gestión interna.

«Las diputaciones deberían ser parte de la solución, pero precisan una limpieza democrática a fondo, seguida de una armonización», esgrime acerca de las subdivisiones administrativas más antiguas de España, cuyo origen ideológico se remonta a la Constitución de Cádiz (1812) y su puesta en marcha, a 1836.

Sin embargo, es el «descontrol» y las sucesivas trabas burocráticas emanadas de los distintos peldaños públicos lo que, en palabras del escritor, frena la implantación de empresas y la llegada de nuevos pobladores al medio rural.

Las normativas europeas y españolas «no están pensadas para pequeños negocios y se aplican con el mismo rasero»

«Hay cientos de casos de personas que han intentado emprender negocios en el mundo rural, alentadas muchas veces por políticas de repoblación de la propia administración, que al final se han visto obligadas a echar el cierre y volverse a su casa, porque se van a la ruina», afirma.

Según su testimonio, las normativas europeas y españolas, que rigen mayoritariamente estas operaciones de regreso empresarial, «no están pensadas para pequeños negocios y se aplican con el mismo rasero» que se haría en el caso de una multinacional en una gran ciudad.

«El mito del campo subvencionado no es cierto. Hace falta mucha tenacidad y una capacidad de endeudamiento que no tienen muchas personas para volver a los pueblos», lamenta.

Ante lo que él mismo define como un «fracaso de las soluciones globales», en alusión a los programas de Relaciones entre Actividades de Desarrollo de la Economía Rural (Leader) y los Fondos Económicos de Desarrollo Regional (Feder), Del Molino argumenta que la solución para los territorios que aún tienen esperanza pasa por acercarse a su realidad.

«Se tiene que aplicar una lupa muy local, orientada a los problemas de cada sitio y que ponga en valor sus y posibilidades concretas», concluye.

(Texto: Fran Giménez Escalona / Efeagro)

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