Editorial del número 287 de la revista LA TIERRA de la Agricultura y la Ganadería de la UPA

Las y los ganaderos, con el apoyo y solidaridad de todo el sector agrario, hemos asistido perplejos, atónitos e indignados, a principios de 2022, a un debate que nunca debería haberse producido, a partir de unas declaraciones inoportunas de un ministro del Gobierno de España, cuya dimensión no descansa tanto en el contenido de lo declarado como en la trascendencia institucional del declarante, en tanto que ministro de Consumo.

En apenas unos días, tras el paréntesis navideño, se desató una tormenta con tintes de tragedia nacional, en la que por momentos iba a saltar por los aires la coalición de Gobierno, mientras los partidos de la oposición pedían las cabezas de todos sus miembros, especialmente la de su presidente, por consentir el dislate.

Y todo ello por una entrevista con el ministro de Consumo en un periódico británico, en la que cuestionaba el buen trato de los ganaderos españoles a sus animales, las buenas prácticas de las supuestas macrogranjas españolas y la calidad de la carne que se exporta a todo el mundo, incluido el mercado de Gran Bretaña.

Pasado el efecto gaseoso de una crisis más artificiosa que real, que tan rápido como se infló se desinfló, nos toca ahora a nosotros gestionar los rescoldos de ese incendio y el poso que inevitablemente queda en la sociedad, una vez sembrada la duda sobre la profesionalidad y el buen hacer de un sector de sectores que, en torno a lo que se conoce como complejo ganadero-cárnico, se extiende desde la producción a la industria y el comercio especializado, hasta llegar al consumo, dentro y fuera de España.

El interés político-mediático a corto plazo se agota cuando la polémica pierde el prime time y se sustituye por otra nueva y radicalmente diferente. Pero siempre quedan restos, en este caso posicionando a unos y otros sectores de la sociedad en torno a la mayor o menor parte de razón que cada cual concede, en función de afinidad o aficiones propias, a lo dicho por el ministro.

Lo triste, en este caso, es que todo el jaleo no se ha producido por una acción política, por una gestión con sus efectos prácticos, más o menos acertada según quien la valore. Tan solo se trataba de una opinión lanzada en una entrevista, sin mayor justificación concreta. Estamos muy preocupados, no puede ser de otra forma. Porque a pesar de nuestro esfuerzo por la denuncia rápida, la comunicación y la búsqueda de puentes para evitar desbordamientos incontrolables, somos conscientes de que esta no será la última vez que suceda algo así.

Y, sobre todo, nos preocupa por la influencia que inevitablemente tienen estas algarabías de opinión sobre la juventud urbana, en la edad en que se forma criterio y opinión sobre casi todas las cosas; en este caso sobre una realidad que a los jóvenes de las ciudades les resulta más lejana en el carácter real de la producción ganadera, pero con la que conviven inevitablemente en la última fase de la cadena, ya sea cuando se ponen a comer, de acuerdo con el patrón mayoritario de una dieta variada y saludable, como cuando optan por otros modelos excluyentes de algunos productos.

Se justifica así que pidamos a todos los ámbitos de responsabilidad pública que, cuando lanzan sus mensajes a la sociedad, muestren al menos el mismo sentido y sensibilidad que nosotras y nosotros ponemos en nuestro trabajo diario en las granjas de todos los sectores ganaderos y territorios de España.

×