Siempre se ha dicho que los políticos son capaces de decir una cosa y hacer la contraria sin despeinarse y, lo que es peor, sin sonrojarse un poco. El último caso se ha visto en Bruselas y se sufre en Andalucía, con el tema del relevo generacional y las ayudas a los jóvenes agricultores de fondo.

Es conocido que en Andalucía es donde más se paga más impuestos por el derecho de sucesión, hasta el punto que su presidenta, Susana Díaz, está a tortas con la madrileña Cristina Cifuentes porque en la capital se paga menos. Pero cuando el presidente del Parlamento de Andalucía, Juan Pablo Durán, acude al Comité de las Regiones de la UE para hablar de ayudas a los jóvenes y reclamar que se incrementen los fondos no duda en decir que “estamos seguros de que a España y a Andalucía le vendrá bien mejorar el impulso para renovar las explotaciones y fincas agrícolas y ganaderas de padres y abuelos a nuevas generaciones”.

Si tanto interés tiene, no sería más fácil tramitar una ley de sucesiones que, por lo menos en el terreno agrario, permitiera ese relevo generacional sin tener que pagar cantidades desorbitadas, hasta el punto de que Asaja ha recurrido al Defensor del Pueblo para pedir su mediación.

Qué pronto se olvidan los políticos de lo que hacen cuando salen de casa.

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