José Luis Marcos / Presidente de ASAJA-Palencia

Cada año pedimos a las administraciones públicas, e incluso le rezamos a nuestro patrón, San Isidro Labrador, con la esperanza de que llegue un verdadero golpe de timón en las políticas actuales, para revertir la tendencia muy negativa que padece el campo español. Ojo, tendencia negativa no sólo para el profesional a quien representamos las organizaciones agrarias, sino negativa en general, para todo el mundo rural tal y como lo hemos conocido.

El campo no le importa nada a gran parte de nuestros gobernantes, acostumbrados a pisar moqueta y asfalto. Y les bastaría con que, de vez en cuando, circulase por esos despachos la imagen de cientos de miles de personas que nos ganamos la vida directamente en el sector agroganadero. Españoles con los pies en la tierra, que a menudo pisamos ese barro que muchos políticos sólo recuerdan de pasada, por algún acto en campaña electoral, o de aquel fin de semana que pasaron con unos amiguetes en una casa rural para hacer senderismo.

El Ejecutivo de España y nuestros gobernantes en general presumen, cada vez que se comunica los datos oficiales de empleo, de estar creando muchos puestos de trabajo, de que son empleos de más calidad que en épocas anteriores y de superar cada mes los listones de afiliación a la Seguridad Social. El mismo día de San Isidro recogían los medios de comunicación que el ministro de Economía, Comercio y Empresa calcula que, entre este año y el próximo, España creará alrededor de 875.000 puestos de trabajo. Tal previsión maneja Carlos Cuerpo, afanado actualmente en preparar los Presupuestos Generales del Estado de 2025.

Ese impulso al empleo, desde luego, no será en el campo. No lo ha sido, ni lo será. Mucho deberán cambiar las políticas del Ejecutivo central, de la Unión Europea y de otras administraciones, para que el empleo crezca de verdad en la agricultura y la ganadería, como sí se crea en otros sectores de la economía del país (dicho sea de paso, sectores cuya actividad se ve animada en buena medida por la inyección de dinero público sin tasa, dopaje que algún día pagaremos con impuestos).

REGADÍOS Y GANADERÍA

En cambio, estrategias ideológicas y partidistas como el freno al desarrollo del regadío mediante la inversión en infraestructuras, algo de lo que tanto puede hablar la provincia de Palencia, son obstáculos para una agricultura más potente en valor añadido y empleos, como también obran contra la economía de nuestro sector y la capacidad de generar puestos de trabajo la demonización de la ganadería, e incluso del consumo de carne.

Según la Encuesta de Población Activa del primer trimestre de 2024, la ocupación creció en España casi el 3 % el último año, gracias a 618.000 personas más con empleo. Pero la fiesta no es general. En ese mismo periodo, bajó el 1,2 % en el sector primario, que ciertamente incluye, además de la actividad agroganadera, la forestal y la pesca, si bien estas dos últimas apenas representan la décima parte en términos laborales.

El problema no es de hoy, ni salta a los titulares. Lo que vende es la pujanza de otros negocios y de otro tipo de empresas. Los negocios del futuro, no algo tan vulgar y poco urbanita como el nuestro de producir alimentos. La afiliación a la Seguridad Social del sector primario (datos del pasado abril) revela ya una caída en España de unas 56.000 personas con respecto al promedio de los cinco años anteriores.

Esto equivale al cierre cada día, durante el último quinquenio, de una empresa de unos treinta empleos en nuestro medio rural. ¡Cada dia, que se dice pronto! ¿Se valora el coste directo e indirecto de esta reconversión en la sombra que se viene aplicando en la España olvidada que pierde población? ¿Se ve en el sector agroganadero un aliado para mantener ese empleo? Mucho nos tememos que no… y a las propias cifras oficiales nos remitimos.

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