La diputada nacional del PP por Ciudad Real y presidenta de Afammer, Carmen Quintanilla, ha sido denunciada ante el Comité Nacional de Derechos y Garantías de ese partido por presiones al compromisario y militante de base en esa provincia, tras grabarle una conversación en la que señalaba que, ante el Congreso regional en el que María Dolores de Cospedal, ministra de Defensa y secretaria general del PP, se presenta de nuevo, «te has cavado tu propia tumba en el Partido Popular».

Hay quien dice que se trata de una conversación privada, que cuando se está en el fragor de una batalla, sobre todo si es política, se dicen cosas que no se piensan, pero lo cierto es que la presidenta de Afammer no sólo ha quedado en muy mal lugar, sino que ha dejado de paso en muy mal lugar a todas las mujeres rurales que representa.

Y por eso debe irse. Y por dejarse grabar, dicho sea de paso. Podrá reconocer su error, pedir perdón, arrepentirse de sus palabras o ampararse legítimamente en la ilegalidad de la grabación, pero nada de eso va a ocultar sus amenazas ni a lavar su imagen ni la de los colectivos que representa.

Carmen Quintanilla debe renunciar a su escaño, pero sobre todo a la presidencia de Afammer, por dignidad, por ética y por respeto a la labor no sólo de toda la organización, sino a la de miles de mujeres rurales que llevan años luchando por sus derechos y que no merecen que sean vinculadas a actitudes como ahora mismo ella representa.

Por todo ello y porque, además, la propia Cospedal y la dirección del PP en Castilla-La Mancha se han desvinculado oficialmente de las «opiniones mantenidas personales e intransferibles» de la parlamentaria nacional.

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