Lola Merino Chacón / Presidenta Nacional de AMFAR Federación de Mujeres y Familias del Ámbito Rural

Casi tres décadas llevamos en AMFAR organizando actos con motivo del Día Internacional de las Mujeres, y siento que este año, la llegada del 8 de marzo me estremece en lo más profundo. No lo puedo evitar, han sido muchas las vidas de amigas y conocidas que el Coronavirus se ha llevado por delante.

Hoy sabemos que las alertas de la Organización Mundial de la Salud sobre la mortalidad de la pandemia del Covid19 estaban sobre la mesa de los gobiernos, también del español, pero aquí las ignoraron y las ocultaron.

Desde finales de diciembre y principios de enero, la prensa nos informaba de la aparición de un virus en China con riesgos letales para la humanidad. Pasaban los días y las noticias alertaban de la expansión del virus a países asiáticos como Corea y a países de Europa como Francia e Italia.

Recuerdo que para el mes de marzo estaba prevista en Nueva York, la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer para revisar los acuerdos de Beijing. La Vicepresidenta de Amfar, Nuria Alonso y yo teníamos previsto asistir, pero los correos electrónicos desde comienzos de año ya nos advertían de que no compráramos aun el billete de avión ya que era posible un cambio de formato, una reducción de participantes limitándose solo a las delegaciones con sede en Nueva York, o retrasarla como consecuencia de la expansión de un virus de la familia «Corona». Finalmente, el 2 de marzo se canceló a instancias del Secretario General de la ONU.

Sin embargo, el gobierno de España desoyó estas advertencias y siguió adelante con todo lo programado entorno al 8 de marzo. Otros actos se suspendieron, pero las manifestaciones con motivo del día de las mujeres se mantuvieron en la agenda, convirtiendo esta fecha en un punto de inflexión de la propagación del virus.

A pesar de conocer lo que ya estaba pasando, «España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado» era la línea argumentaria que se lanzaba oficialmente mientras se alentaba a las mujeres a salir a la calle en masa, a formar parte de las grandes concentraciones, porque a las mujeres «nos iba la vida en ello «afirmaba Carmen Calvo, la vicepresidenta del gobierno de España.

Las consecuencias de semejante irresponsabilidad ya las conocemos. Ahora sabemos que en los días previos al 8M los contagios aumentaban en torno a un 50 por ciento al día. Después de las manifestaciones, solo en Madrid se dispararon en más de un 2.000 por cien.

Transcurrido un año de aquel inolvidable 8M, nos encontramos frente a «otro 8 de marzo» muy distinto. No es el del carácter reivindicativo y festivo de siempre. Este 8 de marzo ya es diferente porque esta fecha cambió nuestra vida, que pasó a pender de un fino hilo. Este año, el 8M reclama: verdad, justicia y dignidad por las víctimas del Coronavirus porque el derecho más fundamental de cualquier persona es la vida.

La pandemia nos ha recordado nuestra propia vulnerabilidad, el valor de la salud y de que lo más seguro que tenemos es nuestro pasado. Por todo esto, este 8M lo debemos convertir en un reconocimiento, un homenaje a tantas mujeres que dedicaron su vida a conquistar los derechos que ahora disfrutamos y que nos garantiza la Constitución a todo ciudadano español, sin distinción entre hombre o mujer. A las mujeres que ya no están, porque la pandemia les sesgó la vida, pero que siempre tendrán nuestro reconocimiento y agradecimiento.

De ellas hemos aprendido la importancia de mirar hacia adelante por duros que fueran los tiempos. Con ellas hemos compartido esperanzas y retos. Unos conseguidos, otros pendientes, pero conscientes de que con trabajo todo es posible.

Por ellas, por su contribución a la igualdad real, para que su historia no se olvide. ¡Por ellas, por las que ya no están, este 8M!

 

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