Alemania se encuentra en alerta tras el verano con menos precipitaciones en un siglo y, aunque el consumo humano no está en entredicho, las repercusiones son ya evidentes, del tamaño de las patatas al repunte del precio de la gasolina, pasando por un río que discurre al revés. Por eso, las autoridades han aprobado una serie de ayudas para la agricultura alemana unas condiciones muy especiales y diferentes a las que se dan en España.

Pasear por Berlín junto al Spree, el río que atraviesa la capital, puede llevar estos días a momentos de confusión por un inusual fenómeno: sus aguas, en lugar de avanzar hacia su desembocadura, corren en algunos tramos suavemente tierra adentro, hacia su nacimiento.

La explicación, agrega, es sencilla: el volumen de agua que están aportando al Spree las depuradoras tras la ciudad es mayor que el que llega naturalmente por el río tras meses sin apenas precipitaciones.

Las ayudas ‘made in Germany’

El fenómeno puede verse como una mera curiosidad, no así los efectos económicos que está provocando una sequía fruto de unas condiciones meteorológicas anómalas, algo que en ciertos círculos se apunta como un anticipo de lo que puede traer el calentamiento global.

Por eso, uno de los sectores damnificados es la agricultura alemana. Michael Kunz, del Centro para la Gestión de Desastres y Tecnología para la Reducción de Riesgos (Cedim) de Instituto para la Tecnología de Karlsruhe (KIT) estima que los daños ascenderán a varias decenas de miles de millones de euros.

Los problemas van de una magra cosecha de cereales a patatas mucho más pequeñas de lo habitual, pasando por una reducción sustancial de la producción de piensos, que obliga a los ganaderos a alimentar a sus animales con alternativas más caras.

Esta situación está provocando que ya se haya decidido respaldar con ayudas al sector, aunque con varios condicionantes. Así, la inyección financiera del estado está vinculada a varias condiciones: primero, el agricultor debe demostrar su daño a la cosecha, por otro lado, su necesidad. Por lo tanto, el daño en el rendimiento de las tierras cultivables y los pastizales debe ser, en promedio, un 30 por ciento menos que en los últimos tres años.

Pero ese es sólo el primer obstáculo. Los agricultores solteros no pueden tener más de 90.000 euros, las personas casadas no pueden tener ingresos mayores a 120.000 euros. Las bases son las últimas tres tasaciones fiscales. Los ingresos de las operaciones no agrícolas deben estar por debajo del 35 por ciento. Se excluyen las operaciones extremadamente eficientes y las empresas también deben poder sobrevivir sin la ayuda de una sequía. Esto es para evitar que las compañías enfermas sin un futuro sean apoyadas.

(Base del texto: Juan Palop / Efeagro)

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