Jose Manuel de las Heras / Coordinador Estatal de Unión de Uniones

La Unión de Mujeres Agricultoras y Ganaderas cumple, nada más y nada menos, que 10 años, las mismas velas que apagaba Unión de Uniones el pasado noviembre.

Entonces nuestro lema fue “abriendo caminos”, que bien vale ahora también. Porque si para Unión de Uniones estos diez años han sido de mucho, muchísimo trabajo, para la Unión de Mujeres Agricultoras y Ganaderas ha sido el doble, o el triple.

Gracias a ese esfuerzo, aquí estamos hoy, celebrando en Cantabria haber llegado hasta aquí, haciendo este alto, y divisando que, en ese camino quedan aún por abrir muchos tramos, mucho por recorrer, conquistar y sacar a la luz.

Y es que el medio rural está envejecido y la despoblación – íntimamente relacionada con el envejecimiento – , está inundándolo todo. Las inversiones públicas brillan por su ausencia mientras que desaparece la vida de las plazas y las voces de las calles y se origina una especie de círculo vicioso que no se acaba: la falta de ayudas para el relevo generacional o la incorporación de la mujer así como la ausencia de buenos servicios de comunicación e infraestructura hacen que muchas personas tiren la toalla y prefieran seguir masificando las ciudades, pero con comodidades.

Estamos ante un nuevo éxodo rural y quienes hacen política parece que no quieren darse cuenta.

La mujer tiene mucho que decir en todo esto, porque, muchas veces, siente la doble brecha, la de género y la de la ruralidad, sin poder acceder a una igualdad de oportunidades en los pueblos. Su lucha por la visibilidad, por el reconocimiento de las tareas que ha ido desarrollando a lo largo de los años se vuelve necesaria y es el epicentro, en muchos casos, de la lucha contra la España vaciada.

Porque es evidente que el sector agrario y el medio rural no se ha desarrollado, ni mucho menos, en la misma medida que el resto de las zonas urbanas a la hora de incluir a la mujer y todas las personas que trabajamos en el sector somos cómplices de ello.  Por fortuna, muchos de los movimientos que se han vivido a nivel global en la defensa de la mujer y la igualdad de género – pienso, por ejemplo, en el #MeToo – han llegado, de alguna manera, también al medio rural, para, entre otras cosas, quitar estereotipos o poniéndolos en evidencia para iniciar una reflexión conjunta de la realidad.

Sea como fuere, seguimos siendo desgraciadamente un sector en el que las mujeres tienen menos empleos remunerados, que los hombres, menos cargos representativos en las empresas agrarias, en las cooperativas, y en la titularidad de las explotaciones. Esa limitación para nuestro desarrollo ni es justa ni nos la podemos permitir.

La ley de la titularidad compartida, por su parte, todavía tiene mucho que mejorar, pero, sobre todo, no tanto desde el punto de vista administrativo, sino desde el punto de vista de la promoción, de exigir una transformación profunda y real, al igual que la PAC y su futura reforma, deben ir al encuentro de la inclusión, la integración y el desarrollo. Porque ninguna sociedad puede avanzar libremente dejando atrás a un 50%.

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