De todos es conocido que los fuegos forestales se apagan en invierno, que es cuando se debe trabajar, en especial por parte de las administraciones y de los propietarios forestales, en los suelos para evitar un abandono se conviertan en un pasto de las llamas, y nunca mejor dicho.  Y siendo cierto, no se debe olvidar que, además, entre enero y abril se abre el periodo en el que se usa el fuego para la ampliación de zonas de pasto y quemas agrícolas, lo que acrecienta el riesgo de esos incendios.

Con una  sequía que no acaba y con un cambio climático y las olas de calor que impactan directamente en todo el proceso de crecimiento de los cultivos, la labor para frenar la proliferación de estos fuegos es una labor de todos. Y en ocasiones, no solo el extremar los cuidados en esas quemas agrícolas sino el prevenir un percance puede ser la gran diferencia entre un desastre y un simple susto.

Y en este aspecto, los agricultores pueden ser los auténticos artífices de una labor de prevención con solo disponer de los medios necesarios para evitar que las llamas conviertan una labor agraria tradicional en un drama social.

Y un buen remedio puede ser tener siempre a mano el Simonrack Ecofire Fighting (SEF), un producto muy sencillo de utilizar que extingue y evita la propagación del fuego reduciendo de manera determinante el número de hectáreas afectadas en un incendio. Es un bloqueante del fuego revolucionario en el mundo de la extinción de incendios que resulta más barato que el agua si tenemos en cuenta la rapidez y eficacia del mismo y  la reciente escasez de la misma.

Hasta hace unos años, los incendios forestales se asociaban a la sequía del verano, sin embargo, según una investigación reciente, en las últimas décadas la atmósfera en toda Europa es «notablemente más seca» en comparación con la era preindustrial.

EN LOS QUE VA DE AÑO, EN PLENO MES DE ENERO, SE HAN CONTABILIZADO 84 FUEGOS FORESTALES EN CANTABRIA

El estudio publicado en Nature Geoscience, liderado por el Instituto Federal Suizo de Investigación sobre Bosques, Nieve y Paisaje (WSL), con la participación de la Universidad de Barcelona y el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones (Creaf), revela que detrás del deterioro y desecación del suelo están las actividades del hombre.

Según los autores, una atmósfera más seca «puede agravar las sequías hidrológicas y agrícolas o aumentar aún más los riesgos de incendios forestales», entre otros impactos.

Y una buena prueba de esto es que en los que va de año, en pleno mes de enero, se han contabilizado 84 fuegos forestales en Cantabria, así como algunos otros en otras CCAA, como Castilla y León.

Pese a todo, la utilización del fuego y las quemas agrícolas para gestionar los territorios son solo necesarias sino sostenibles, ya que ayudan a eliminar los restos de podas de muchos cultivos, por eso se insiste en que debe hacerse de forma controlada y la clave está en la prevención.

Y en este punto vuelve a toma relevancia el uso de Simonrack Ecofire Fighting, el mayor avance en décadas en el sistema de prevención y extinción de incendios forestales. Con este producto inventado en España se da un vuelco a toda la praxis conocida hasta ahora para afrontar las catástrofes naturales. Una solución irrefutable por su eficacia y cualidades medioambientales que ya protegen nuestros bosques en caso de producirse un incendio y que representa una ayuda accesible, cómoda y barata para los propios agricultores que, a la postre, y pese a lo que se cree por una parte importante de la sociedad, son los mayores perjudicados de esos incendios.

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