José Manuel de las Heras Cabaña / Coordinador estatal de Unión de Uniones

“Lo que pasa en el campo no se queda en el campo”, dice el Ministerio en una campaña divulgativa para dar a conocer la PAC a la sociedad. Por una vez, y sin que sirva de precedente, estamos de acuerdo con el Ministerio, al menos en cuanto a beneficios se refiere.

“Lo que pasa en el campo no se queda en el campo.” Lo llevamos diciendo ya bastante tiempo. Años. Los años que llevamos denunciando que en la cadena alimentaria siempre pierden los mismos. En 2020, entre el alboroto de la pandemia, se aprobó una ley de la cadena alimentaria que aún no está en vigor del todo, pero que hace aguas desde que naciera, no teniendo en cuenta aspectos tan importantes como la definición de posición de dominio. Y creemos que mientras esto no se defina, muchos de los males que aquejan al sector estarán sin resolver.

A la ley de la cadena alimentaria le falta seriedad, ambición y compromiso con los productores y, también con los consumidores, y aflojar el que se tiene con la industria y la distribución. A la ley de la cadena alimentaria le falta voluntad y le sobra postureo.

“Lo que pasa en el campo no se queda en el campo.” Claro que no. Los beneficios que genera el campo se catapultan gracias al sostén de los agricultores y ganaderos y se van a los bolsillos de otros.

Me explico mejor. Los alimentos que producimos emprenden un viaje, alguna vez pasando por la transformación, otras no, – ¿cuánta transformación requiere una sandía para llegar a los lineales al precio que llega? – y acaban en la despensa de los ciudadanos, pero lo que hay detrás sí se queda en el campo, lo que se ve es sólo la punta del iceberg.

Se quedan en el campo las inclemencias del tiempo, los pedriscos que arruinan las cosechas, la sequía. Se quedan en el campo los costes de producción que los productores están asumiendo en la práctica a pérdidas, el alto precio de la electricidad, del gasóleo, los planes veterinarios que nos obligan a sacrificar animales, las plagas, los robos y destrozos en las explotaciones, las trabas burocráticas para contratar a personas que ayuden en las temporadas, las inversiones en explotaciones por los continuos cambios en bienestar animal, en protección ambiental, los ataques de los lobos… Todo eso sí que se queda en el campo.

También se queda en el campo la debilidad de los productores en la negociación de precios, porque, tal y como están repartidos los roles, no hay recursos para que se haga valer todo lo que hay detrás de un pimiento – y el propio pimiento. Todo esto, obviamente, con un Ministerio que se pone de perfil y se agarra fuertemente a su butaca con los palmeros de turno, que ya sabemos todos quiénes son. A Planas le deben hacer la ola cuando va al supermercado, si es que va él.

En una suerte de “los trapos sucios se lavan en casa” hay muchas cosas que pasan en el campo y que se quedan en el campo porque no interesa tanto su foco mediático y que, sin embargo, sin ellas nada de lo que sí trasciende podría hacerlo. Los trapos sucios podrían lavarse de vez en cuando, digo yo, que de tanta mugre que van acumulando ya no se acuerda uno de qué color eran.

Así que, discúlpenme si la campaña de divulgación de la PAC me parece regulera. Los del campo sabemos lo que pasa de verdad en el campo y no es eso lo que el Ministerio está trasladando con sus anuncios al resto de la sociedad, que también debería conocer esa parte de la realidad. Eso, seguramente, es un papel más nuestro que del Ministro; pero, con sinceridad, la pulcrísima y sonriente apariencia de los modelos de la campaña contrasta con la cara de cabreo y angustia de los miles de agricultores y ganaderos que estamos sufriendo lo indecible para no cerrar nuestras explotaciones. Lo de romper con ese pensamiento común de que la PAC es otra paguita a otro colectivo mendicante está bien. Si a eso contribuye la campaña, gracias. Pero, por favor, no ocultemos la cruz de la moneda, para que, efectivamente, lo que pase el campo no se quede en el campo.

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