Donaciano Dujo / Presidente de ASAJA Castilla y León

Nunca es fácil iniciar un periodo político, y menos en este momento, con la sociedad en su conjunto, y el sector agrícola y ganadero en concreto, inmersa en problemas de una gravedad inédita. Aunque es cierto que en parte la responsabilidad de tomar decisiones es europea o nacional, el gobierno autonómico tiene importantes competencias y mucho que decir y hacer a favor del campo. El equipo que lidere Gerardo Dueñas tiene que trabajar con honradez, mirando al futuro y escuchando al campo y a las organizaciones agrarias, como interlocutoras representativas y democráticamente respaldadas.

Hay tres grandes temas que hoy bloquean las esperanzas de futuro del sector agrario y ganadero, y cuya resolución tiene que ser por tanto prioritaria para Dueñas y su equipo. El primero, la rentabilidad de las explotaciones. En la medida que permitan las competencias autonómicas, la Junta tiene que actuar con decisión para que se aplique la Ley de la Cadena Alimentaria y de ningún modo existan sectores que se vean obligados a producir a pérdidas. Esta Ley -tan importante que estos días veíamos que el sector del transporte reclamaba una similar para ellos- es fruto de muchos años de trabajo y no debe quedar en papel mojado. Dado que Castilla y León ocupa los primeros puestos en producciones nacionales, tiene que ejercer ese liderazgo siendo la primera en efectuar un estudio público, vivo y actualizado, de los costes de producción por sectores, que sirva de referencia inapelable para los contratos que firmen los ganaderos y agricultores con la industria.

Segundo. La comunidad autónoma poco puede cambiar las grandes líneas de la PAC, porque Europa y el estado español marcan las reglas de una política lejana de los intereses del modelo de agricultura y ganadería profesional de nuestra región. Pero sí tiene margen para determinar el destino del segundo pilar de la PAC, el programa de desarrollo rural. El consejero debe ser consciente de que, si queremos de verdad rejuvenecer el campo, más allá de medidas cosméticas, hay que destinar los fondos a los que garantizan la continuidad de las iniciativas empresariales, los profesionales del campo. Por ello hay que apostar por las inversiones que consolidan el futuro del sector, como la mejora de los regadíos y las concentraciones y reconcentraciones de nuestros secanos. También se tiene que apoyar de manera decidida a los sectores más vulnerables, y muy especialmente a la ganadería de leche.

En tercer lugar, los seguros. Muy recientes tenemos las últimas heladas, pero cada vez con más virulencia estamos expuestos a sequías y otros fenómenos meteorológicos. Hay que lograr mejorar las condiciones para poder asegurar unas buenas producciones a unos precios atractivos, solo así el seguro será un verdadero salvavidas para un sector tan expuesto como es el agrícola y ganadero.

Si además de avances en los tres puntos señalados, el nuevo consejero logra aligerar el exceso de burocracia que atormenta al sector, tendría mucho ganado. También le pediría que no pise demasiada moqueta y escuche permanentemente la voz del campo, y sobre todo a las organizaciones agrarias, como interlocutoras permanentes y pegadas al terreno, que bien se merecen que de una vez las reconozcan como entidades colaboradoras de la administración.

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