Julián Morcillo / Secretario general de UPA CLM

El próximo día 8 de marzo cualquier ciudadano tendrá muchos motivos para celebrar los logros de las mujeres en la sociedad; unos logros que, unidos a sus reivindicaciones, pueden parecer obvios pero no lo son en absoluto a juzgar por determinados comportamientos, gestos y palabras que se escuchan en los más diversos foros. No seré yo quien los repita porque darles publicidad es hacerlos más grandes de lo que realmente son y no muestran el espíritu de nuestra región.

Es cierto que muchas entidades pregonarán, como ya lo han hecho en diversas ocasiones de puertas para afuera, la igualdad para las mujeres en general y para las mujeres rurales en concreto; pero no todo el mundo en el sector Agro está concienciado ni por la labor del progreso, la evolución y la igualdad. UPA sí. Sin ir más lejos, en fechas recientes se debatió y se presentaron alegaciones públicas al Estatuto de las Mujeres Rurales de Castilla-La Mancha; una normativa que supondrá un antes y un después legal tanto en la región como un referente para el resto de comunidades autónomas.

Pero es curioso que,  cuando llega el momento de la verdad, al discutir una ley que recoge ciertas normativas de futuro no solo para las mujeres rurales sino para evitar el despoblamiento, para fomentar el empleo, conseguir la igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres, en el mundo rural y urbano, nos encontramos de frente con el conservadurismo de quienes no se atreven a dar un salto de calidad. Una apuesta de futuro orientada a que haya un equilibrio en los órganos de decisión de las organizaciones agrarias.

La realidad, por más que nos duela, es demasiado conservadora. Lo hemos comprobado en diversos foros y hemos comprobado cómo somos la única organización representativa del Agro en defender y apoyar la paridad real en los órganos de decisión de las instituciones. Sin dar vueltas de tuerca, sin recursos dialécticos que dejan al descubierto la verdadera realidad. Discursos hacia fuera, decisiones hacia dentro.

Nosotros consideramos que la sociedad castellano-manchega ha evolucionado mucho, tanto que a muchas personas y colectivos les ha superado y ven con ojos entrecerrados conceptos como la titularidad compartida, o la paridad en la representación en los órganos de dirección de asociaciones y empresas. Quizás no sean capaces de valorar el esfuerzo que cientos de mujeres emprendedoras acometen a diario, o de valorar los proyectos que sacan adelante. O quizás no sean capaces de valorar esa doble discriminación entre hombres y mujeres, en el mundo rural y urbano. Es una cuestión sencilla: para luchar contra la desigualdad real se hace necesario el uso de medidas discriminatorias.

¿De verdad tenemos que explicar esto una y otra vez? Pues quizás sí, y quizás por eso en días como el 8 de marzo sea necesario reivindicar el papel de muchos hombres y mujeres que sí están por la labor de tomar conciencia de la necesidad de una sociedad mejor, más igualitaria.

Son muchos a quienes la realidad les pilla con el paso cambiado, de ahí que no quieran ver modificada su situación personal o como empresa o como asociación. Pero jóvenes y mujeres quieren y reivindican su espacio con fuerza, el que tienen por derecho propio y, en muchas ocasiones (por desgracia) solo pueden acceder gracias a normas y medidas que obligan a los reacios.

La sociedad, economía y cultura castellano-manchegas crecen a una velocidad tal que viejos discursos caen por su propio peso y verlos en boca de determinados colectivos no muestra sino la necesidad imperiosa de que deben dejar paso de una vez por todas a quienes tengan esa energía que nuestra sociedad demanda. La energía que a diario muestran decenas, centenares de mujeres, que son el presente y futuro de nuestra región. Así, como muchas otras que demostraron energía y fuerza en el pasado pero no contaron con las posibilidades y la visibilidad que ahora exigimos.

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