La guerra de los viticultores franceses contra el vino español va mucho más allá de lo que creen en el Ministerio de Agricultura. Su propuesta de convocar un comité mixto hispano-francés para hablar de este conflicto puede estar bien, ya que dialogar y negociar nunca sobra, pero no es la solución y sobre todo refleja que desde el Mapama no se están dando cuenta de cuál es el verdadero problema ni sus consecuencias. Y las elecciones francesas de este pasado domingo lo han demostrado claramente.

En estos comicios, el voto rural, tradicionalmente de derechas pero no ultranacionalista, se ha decantado mayoritariamente a favor de Le Pen. El sector agrario galo, que atraviesa una de sus mayores crisis y que es tan dependiente o más que el español de las ayudas de la PAC, se ha dejado convencer con los cantos de sirena que hablan de irse de Europa y de volver a crear una Francia grande e independiente, donde sus productos sean un seña de identidad ante la ‘invasión’ no sólo ahora del vino español sino, posiblemente este verano, de la fruta y hortalizas de nuestro país.

En plena crisis de producción y de precios, los agricultores franceses no quieren negociar, quieren cerrar sus fronteras… a la importación (porque a exportar sus excedentes de leche no le ponen ninguna pega). Hasta ahora sus protestas les han servido para arañar todo tipo de ayudas del Gobierno de Hollande, pero el grifo se ha cerrado y el futuro grifo europeo de la PAC lo va a hacer aún más en los próximos años según todos las previsiones. Y sin rentabilidad en sus producciones y sin salida en su mercado, los viticultores ahora y los agricultores en un futuro próximo sólo piensan en un ‘enemigo’ cercano a quien responsabilizar de todos sus males.

Las elecciones franceses han dejado claro que el mundo rural ha votado con el corazón en contra de Europa, y especialmente en contra de España. Sentarse a hablar (cuando se haga, porque aún falta la segunda vuelta, comenzar a trabajar, sentar las bases del futuro mandato de Macron, consensuar las políticas con el actual Gobierno,…) no va a calmar los ánimos. Lo que sí lo hará es mantener una postura fuerte e intentar que la CE presione al Gobierno galo para que se ponga freno a estos ataques. Forzar cuatro detenciones, cuatro multas y cuatro condenas leves a los asaltantes pueden tener más efecto que todo un comité mixto.

Sentarse a esperar acontecimientos, que en el fondo es lo que plantea el Ministerio de Agricultura español, no es ni el remedio ni la solución. Sólo va a servir para que se enturbie aún más los ánimos en Francia y que vaya calando, como ya empieza a suceder, que muchos supermercados y cadenas de distribución decidan dejar de vender vino (pero, ojo, luego será la fruta y las hortalizas) de origen español para evitar problemas. Y eso sí va a ser un problema… pero la economía española.

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