La agricultura y la ganadería son el cuarto sector en emisiones de gases de efecto invernadero, y a pesar de los esfuerzos que hacen para reducirlos y facilitar la absorción de C02 les queda aún camino por andar en pro de la sostenibilidad. Pero por las críticas recibidas, parece que fuera el primero más contaminante y que no se reconza nada positivo de su labor.

Esta semana, la ONU les ha puesto en el foco de interés con un informe de expertos en el que se piden unos usos en el agroalimentario más respetuosos con el medio ambiente, además de apostar por dietas que usen alimentos procedentes de fuentes más sostenibles y reducir el desperdicio alimentario.

Los gases que emite el ganado pueden parecen irrelevantes, pero generan en España unas emisiones anuales de metano de 17 millones de toneladas en C02 equivalentes.

También la agricultura se lleva su parte en la parte contaminante: el uso de fertilizantes en los suelos agrícolas está detrás de la emisión de óxido nitroso de 12,4 millones de toneladas en C02 equivalente al año.

Son datos de 2017, facilitados por el Gobierno, en los que se explica que la gestión del estiércol supone la expulsión de casi nueve millones de toneladas, lista a la que se suman otras actividades como el cultivo de arroz, las quemas de residuos agrícolas, aplicación de urea en el campo o el uso de maquinaria contaminante.

A pesar de ello, la buena gestión de pastizales y de tierras de cultivo sirven de sumideros de C02, que capturan cada año en unos cuatro millones de toneladas.

En total, el primario representa el 12% de las emisiones, un 3,1% más que en 2017, y la ganadería es responsable del 66% del total del sector.

El aumento de los censos del vacuno de carne y del porcino blanco está detrás del incremento del 2% de las emisiones en la ganadería en 2017 en España, según el informe del Ejecutivo.

El objetivo del sector es que el ganado vacuno reduzca un 15 % su huella de carbono en los próximos 10 años

Es precisamente esas cabañas ganaderas, por las emisiones de metano y la mayor producción de purines, sobre las que muchas veces se pone el foco mediático.

Pero, a su vez, son de las que mayor conciencia tienen del problema, como aseguran desde la Organización Interprofesional de la Carne de Vacuno (Provacuno): su director, Javier López, defiende que están «totalmente comprometidos» a reducir progresivamente las emisiones y recuerda el programa «Life Beef Carbon» del sector.

Su objetivo no contaminante es que el ganado vacuno reduzca un 15% su huella de carbono en los próximos 10 años, con medidas que abarcan el ámbito sanitario, el reproductivo y el de la alimentación del animal.

Desde la plataforma Carne y Salud, en la que está representada la mayor parte de la producción y la industria cárnica, subrayan que el sector español y comunitario es un referente internacional por su trabajo en la sostenibilidad de sus producciones.

Ejemplos de este compromiso, según señalan, es la reducción de un 47 % de las emisiones de amoniaco y un 54 % las de metano en el sector porcino en los últimos años, junto con el ahorro de hasta un 30 % en el uso de agua por cada kilo de carne producido.

Además, desde la organización mantienen que la ganadería preserva «importantes» ecosistemas que no serían viables sin su utilización, como las dehesas.

El sector agrícola está intentando minimizar el consumo de fertilizantes, especialmente los nitrogenados

En el caso de la industria cárnica, defienden su aportación a la lucha contra el cambio climático y desde la Federación Empresarial de Carnes e Industrias Cárnicas (Fecic) remarcan que ya han comenzado los trabajos para elaborar el primer documento de mejores técnicas disponibles para mataderos y subproductos animales en el ámbito europeo que establecerá unos niveles de emisiones asociados al uso de las mejores técnicas disponibles.

A ello, suman los trabajos para desarrollar envases y embalajes más sostenibles, según explican.

El sector agrícola, por ejemplo, está intentando minimizar el consumo de fertilizantes, especialmente los nitrogenados.

La Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT) presentó hace varios meses una tesis que apostaba por el caupí -una judía típica de África y Asia- para usarla como rotación de cultivos porque facilita la fijación de nitrógeno atmosférico y reduce la necesidad de fertilizantes, disminuyendo así las emisiones.

En Zaragoza, un equipo del Centro Superior de Investigaciones Científicas está investigando los mecanismos de las plantas para la absorción del hierro para diseñar métodos de fertilización más sostenibles, en lugar de los actuales productos artificiales.

El sector agroganadero intenta avanzar en proyectos que les permitan avanzar en un contexto mundial que les exige una acción continua para producir alimentos de forma más sostenible pero compatible con el reto de alimentar a una población mundial creciente.

(Texto: Juan Javier Ríos / Efeagro)

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