Ángel Samper Secorún / Secretario General Asaja Aragón

El 15 de abril de 1912 el “Titanic” se hundió tras una larga serie de infortunios. Hoy, 109 años después, asistimos a otro hundimiento: el del Sector Agrario. Al igual que sucedió entonces, las decisiones desafortunadas se suceden unas a otras y, en el colmo del absurdo, mientras la nave se hunde simulan que todo está en orden. La noche trágica del hundimiento del Titanic, la Orquesta “Wallace Hartley Band” siguió desgranando las melodías de su repertorio como si nada sucediese. De igual modo, mientras la “música” del Decreto Transitorio sigue sonando en el Ministerio y en la Consejería de Agricultura, nuestra ganadería se hunde.

Un poco antes de la medianoche, en las últimas horas del 14 de abril de 1912, el mayor barco del mundo navegaba a toda máquina a una velocidad de 22 nudos en una zona sembrada de icebergs. Fueron una gran imprudencia e irresponsabilidad no sólo las decisiones previas al choque sino las que se tomaron después. La comisión de investigación posterior fue una autentica farsa. El Gobierno inglés no podía permitir culpar a la compañía inglesa “White Star Line”. Esto no sólo la hubiese llevado a la quiebra, sino que estaban en juego otras muchas cosas, sobre todo el prestigio inglés. Por eso, tampoco se inculpó al capitán, ni se asumió responsabilidad alguna aunque se comprobó que el barco no llevaba suficientes botes salvavidas.

A la agricultura y a la ganadería hace días que las propias Administraciones las han dejado a la deriva en el océano, en un nuevo Titanic sin botes salvavidas. Al Medio Rural se le está ahogando en un mar de falsedades, en el oscuro océano de lo artificial y lo sintético, en el asfalto virtual de la ignorancia. Las víctimas de este naufragio, miles y miles de ganaderos de toda España, están condenados a su desaparición por el empeño que muestran ambas Administraciones en cambiar sus propias reglas, que afectan no solo a los pastos sino a una “falsa” convergencia. Hacer converger a ganaderos con agricultores; esto es, animales con superficie agraria, una auténtica “ocurrencia” propia de extraños y no de propios. Cambiar las reglas sin crear otras nuevas es una grave irresponsabilidad para una Administración que, en lugar de “hacer naufragar el barco” tendría que mantenerlo a flote, velando por los ganaderos.

¿Quién o quiénes están provocado esta debacle? El ataque a nuestra agricultura y ganadería se viene produciendo desde hace mucho tiempo. El discurso animalista y el falso ecologismo han inundado todos los rincones y han conseguido que el experimento de alimentar a un hombre doblegado, separándolo de la moral y las raíces, haya dado sus frutos. Una vez logrado que el consumidor acepte esas contradicciones sin cuestionarlas, es cuestión de tiempo que se llegue a “poner en valor” el desorden, priorizando lo “animal” sobre lo “humano”, relegando al hombre y sometiéndolo. Para este fin, los principios del orden natural del medio rural y de nuestros ancestros resultan molestos y hay que acabar con ellos. El lobo debe tener prioridad sobre el cordero. El fin, no es acabar con la ganadería sino acabar con los agricultores y ganaderos. Para ello hay que convencer a la sociedad de que hay cuestiones vitales de la actividad de agricultores y ganaderos que son nocivas. Pero como buen depredador, este nuevo “lobo”, necesita carne para sus propósitos: por eso crea carne sintética para los demás. Estas falsedades repetidas hasta la saciedad son los peligrosos icebergs con los que nos enfrentamos a diario.

¿Cómo hemos podido llegar a este extremo? Cuestionamos la gestión del primer recurso del hombre a través de los tiempos: el agua. Mularroya, es el último episodio. Cuestionamos la actividad agroganadera cuando tenemos las neveras llenas. Cuestionamos el bienestar animal pero no nuestro propio bienestar. Y lo que es peor cuestionamos “la cuestión”, esto es preguntarnos si lo que hacemos es lo correcto. Demandarnos a nosotros mismos en nuestras propias contradicciones.

El pasado 5 de abril fuimos invitados a comparecer en las Cortes de Aragón para trasladar nuestra postura sobre la Ley por la que se modifican el Texto Refundido y la Ley de Tasas y precios públicos de la Comunidad Autónoma de Aragón. Por un lado, manifestamos que éste, en plena pandemia, es el momento más inoportuno para plantear un aumento de tasas y precios públicos. Por otro lado, recordamos que recientemente habíamos comparecido con motivo de la Ley de Simplificación Administrativa. En dicha ley para “simplificar” planteaban externalizar el trabajo de los funcionarios a través de las “entidades colaboradoras” y de las “declaraciones responsables”. Ahora en la nueva ley de tasas proponen aplicar tasas tanto a unas como a otras. Nos parece lamentable. Por un lado se sacan de encima su trabajo y por otro nos cobran por hacerlo. Asaja Aragón en su comparecencia en Cortes también denunció la doble imposición que estamos sufriendo. Pagamos impuestos para mantener la Función Pública y después nos cobran por las salidas de los funcionarios.

Tiene que existir una extraordinaria regulación de la Función Pública y de la estructura funcionarial. Existen excepcionales funcionarios con una gran vocación de servicio, que están condicionados constantemente por el sistema. Y también existen despachos de funcionarios de alto rango, colocados en puestos de influencia y decisión que sin haberles votado nadie, están condicionando la vida del administrado con sus criterios ideológicos. No es casual que muchas de las decisiones políticas vengan precocinadas de estos despachos. En este sentido, las decisiones de “alta cocina” cobran especial relevancia.

Los objetivos que se nos presentan del Green Deal son unos y la realidad es muy diferente. La contaminación es cosa de todos, pero desde agricultores y ganaderos no podemos soportar un “Green Deal” contaminado. Queremos mencionar, el excelente artículo de José Luis Romeo, nuestro presidente del AGPME, “algunas ideas sobre la agricultura y el carbono”. Corregir y mejorar tiene que estar en nuestro ADN pero también es justo y necesario que la sociedad ponga en valor lo que hacemos.

Mientras amenazan con hundirnos, agricultores y ganaderos, la “Wallace Hartley Band”, sigue tocando. Los icebergs están dentro del barco, pero la orquesta sabe que los “lobos” serán los primeros en abandonarlo. En ese momento, estaremos salvados.

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