José Antonio Turrado / Secretario general de ASAJA de León

Todos los productores de maíz de Europa están muy preocupados ante la obligación que pretende imponer la nueva PAC  de cambiar todos los años de cultivo en todas las parcelas de la explotación. Es habitual en los productores de maíz repetir el cultivo y en muchas explotaciones es un monocultivo, y ello ocurre porque el maíz, lejos de esquilmar el terreno, podríamos considerarlo como mejorante al incrementarse cada años los rendimientos y no acusar el cansancio de la tierra, como sí ocurre con otras producciones, y tanto es así que en zonas productoras como León hay fincas que durante décadas no han visto otro cultivo y cada año se obtiene de ellas mejores cosechas.

Los defensores del maíz argumentamos que es un cultivo de los que menos agua necesita por materia seca producida, que incorpora todos los años al suelo toneladas de materia orgánica  y consecuencia de ello un almacenamiento de carbono que contribuye a reducir los gases efecto invernadero, que apenas requiere tratamientos pesticidas para su cultivo –quizás el que menos de cuantos cultivos existen-, que es muy eficiente en la absorción del nitrógeno evitando así escorrentías que contaminen las aguas, que tiene un mercado seguro compitiendo en precio a nivel internacional, que produce el doble de oxígeno por hectárea de lo que lo hace una masa boscosa absorbiendo el anhídrido carbónico, que tiene potencial genético para incrementar cada año las producciones y por lo tanto ser más eficiente y sostenible, que tiene un ciclo corto de cultivo y por ello esquiva mejor que otros las adversidades climáticas, y que es uno de los  cultivos a los que más fácil se le asegura una cosecha y rentabilidad estable.

La preocupación que estamos mostrando los agricultores leoneses ante la obligación de rotar de cultivo las fincas cada año, y consecuencia de ello reducir las siembras de maíz, es una preocupación mayor que la que tienen los productores de otros territorios y sobre todo de otras grandes zonas productoras de maíz de Centro Europa, y esto tiene una explicación que conviene dar, «pues si no parece que nuestra queja es exagerada, que nos quejamos por vicio, o que queremos poner la venda antes de la herida. Mí argumento es el siguiente:

  1. El maíz en España, y en particular en León, es un maíz cultivado en regadío, por lo que para ello el Estado primero, y los agricultores después, han hecho unas inversiones enormes en los sistemas de riego que hay que amortizar y ello solo es posible con cultivos que ofrezcan una rentabilidad razonable, y el maíz cumple este requisito. En el resto de Europa el maíz es mayoritariamente de secano y cuando se riega suelen ser riegos de apoyo, por lo que su cultivo no tiene unos costes superiores a los de otras producciones. Necesitamos el cultivo del maíz para seguir invirtiendo en los nuevos y en los modernos regadíos, y poder amortizar dichas inversiones en plazos razonables, y no tenemos otras opciones.
  2. Las características de los suelos de León, y se quiere del resto de Castilla y León y de España, no son las de los suelos del resto de Europa que tienen una mayor capacidad de drenar y por lo tanto permiten labores la mayor parte del año incluso con pluviometría muy superior a la nuestra. Por el contrario, en León hay muchas épocas del año que las tierras están inaccesibles para las labores, tanto para recolectar el propio maíz, como para hacer siembras de otros cultivos que entren en la rotación. En definitiva, las siembras de invierno, en las zonas productoras de maíz de León, muchos años son imposibles agronómicamente, lo que limita la opción de cultivos alternativos como el trigo.
  3. En la agricultura de regadío de León, con producciones de maíz de medias de 13.000 kilos por hectárea y producciones frecuentes de más de 15.000, es difícil encontrar otro cultivo que entre en la rotación que permita rentabilidades similares, y así por ejemplo el trigo de regadío tiene una rentabilidad un 40% inferior, y porcentajes todavía mayores en cultivos oleicos como el girasol o la colza. Por el contrario, en el resto de Europa, con unas producciones de maíz en el entorno de las 7,5 toneladas por hectárea, hay muchos cultivos que entran en la rotación con unas rentabilidades similares, entre ellos los cereales de invierno, los cultivos oleicos, las proteaginosas, muchos forrajes y por supuesto la patata y la remolacha. Ellos sí tienen alternativas desde el punto de vista económico, mientras nosotros no.

Así las cosas, los cuatro mil productores de maíz de la provincia de León, con 78.500 hectáreas sembrada este año, se encuentra con unos cambios normativos que lesionan grave e injustamente sus intereses, y como es un problema territorial muy limitado dentro de una Unión Europea de veintisiete países, está costando muchísimo hacerse oír en las instituciones que tienen la capacidad de legislar al respecto. No es un mal de todos, que cuando es de todos o de muchos suele tener arreglo, es un mal de unos pocos agricultores leoneses a los que a estas horas del partido únicamente nos está entendiendo el Consejero de Agricultura de la Junta de Castilla y León,  el ministro Luis Planas presuntamente conoce el problema pero parece ignorarlo, y en Bruselas nada saben de los problemas que se nos vienen a los cultivadores de maíz de León precisamente por ser los más eficientes de Europa. Si nuestros rendimientos de maíz fueran de 9.000 kilos por hectárea no tendríamos problema o sería un problema menor, pero como se aproximan a los 13.000 tenemos un serio problema.  Penalizar a los buenos es propio de una clase política de mediocres, y eso es lo que quieren hacer con nosotros.

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