Sucede desde hace décadas: los jóvenes se marchan para no volver de los pueblos del interior mientras que las ciudades crecen; sin embargo es ahora cuando parece que esta tendencia demográfica, de graves consecuencias, ha ascendido a problema de Estado y se buscan soluciones para frenar el proceso de pérdida de población.

La Conferencia de Presidentes de la pasada semana acordó crear una Estrategia Nacional frente al reto demográfico, que debería estar aprobada este año, y que prevé incluir medidas para evitar la «despoblación en zonas de montaña».

Los expertos y quienes trabajan en el territorio, como las redes de desarrollo rural, coinciden en una premisa: hay que actuar con acciones conjuntas y consensuadas, todos a una contra este problema que desangra el interior.

«No es previsible que se produzca un cambio de tendencia que paralice el proceso de pérdida de población»

Es una cuestión que afecta, principalmente, a las dos Castillas y Aragón, con casos concretos como el de la comarca de Molina de Aragón, fronteriza con Soria, Zaragoza, Teruel y Cuenca, en la conocida como «Laponia del Sur», con una densidad de menos de ocho habitantes por kilómetro cuadrado.

«No es previsible que se produzca un cambio de tendencia que paralice el proceso de pérdida de población» que es «consecuencia de un modelo de desarrollo económico que se adoptó hace décadas, explica a Efeagro el profesor Titular de Sociología de Organizaciones de la Universidad de Zaragoza, Carlos Gómez.

La situación es «grave» y la esperanza puede estar en los nuevos asentamientos, que no van a revertir esta tendencia, pero «pueden paralizarla y disminuir sus efectos».

Y es que los municipios rurales pueden terminar convirtiéndose en lugar de residencia estable para la población que desarrolla su actividad en la ciudad, siempre y cuando «haya unos medios de transporte o unas vías de acceso fluidos», añade.

Las medidas que se deben adoptar en la citada Estrategia Nacional, cree, deben estar orientadas a favorecer el autoempleo y a apoyar a los emprendedores con préstamos, avales bancarios, formación y reducciones fiscales a los nuevos pobladores, con préstamos para la rehabilitación o adquisición de viviendas.

«La única posibilidad sería apoyar el desarrollo de los recursos endógenos de la zona», apunta, con actuaciones concretas para favorecer el turismo rural, la producción agraria competitiva y las industrias agroalimentarias de transformación.

Otra de las claves es la infraestructura digital, cuya ausencia «es ya una forma de aislamiento del mundo actual», pues el acceso a la banda es fundamental para cualquier tipo de actividad productiva y para el empleo.

Por sectores, el experto ve en la industria agroalimentaria, por las posibilidades de empleo que genera, y el turismo rural, que estimula la rehabilitación de parajes, edificios y monumentos históricos» las alternativas para el desarrollo del espacio rural.

Las redes de desarrollo rural, que aglutinan a los grupos de acción local que trabajan para aplicar parte de los fondos europeos en esta materia, asisten expectantes al nuevo cambio de escenario para las políticas demográficas.

La solución «tiene que ser un plan con dinero, por parte del Estado y de las Comunidades Autónomas»

«Cuando escuché las conclusiones de la Conferencia de Presidentes me llevé una alegría», apunta el presidente de la Red Española de Desarrollo Rural (REDR), Aurelio García, que se mantiene cauteloso a hasta conocer «cuál es el plan».

Según su experiencia, «tiene que ser un plan con dinero, por parte del Estado y de las Comunidades Autónomas y de las diputaciones, mientras existan» y, por supuesto, «contar con la sociedad, no valdría hacer nada de arriba a abajo».

Se necesita «imaginación» y hay muchos «temas por tocar», indica, con el transporte a la cabeza, la rehabilitación de vivienda, todos los temas relacionados con la asistencia a los mayores y, sobre todo, para fijar la población joven.

Para el secretario general de la Red Estatal de Desarrollo Rural (Reder), Felipe González de Canales, hace falta una política real de repoblación con incentivos, pues de momento, la gente que vive en los pueblos «tiene más gastos, como por ejemplo por transporte, pero ningún tipo de ventajas».

Y cita el ejemplo de países como Alemania o Francia, donde se promueve que la industria se quede en el territorio con programas europeos «a los que aquí no se ha hecho ni caso».

Dicen que para solucionar un problema el primer paso es reconocerlo y ahora, parece, evitar la despoblación es una cuestión que ha escalado puestos en la agenda de los políticos que aún pueden hacer algo para evitar que el interior de España sea un desierto.

×