La elección de Luis Planas como ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación se hizo derogar, hasta el punto de que se llegó apensar que o iba a haber un Ministerio propio, sino que dependería de otros. Un retraso en el anuncio nunca justificado (aunque las malas lenguias hablan de cuestiones de pulso interno entre el PSOE nacional y el andaluz) pero que finalmente llegó para satisfacción del sector, tanto por su creación como por la persona elegida para elegir el nuevo MAPA, un Ministerio que con cada cambio va perdiendo siglas (Magrama, Mapama, Mapa,…)

Llega Luis Planas como ministro de Agricultura en un momento crucial para la agricultura europea con la negociación de la PAC post 2020, en la que hasta ahora España lideraba un frente común contra el recorte de presupuesto, y con dificultades sectoriales encima de la mesa.

El primer desafío de su labor como ministro se refiere a la propia arquitectura del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, ya que ahora será Teresa Ribera la que lleve en su cartera las políticas de agua, medioambiente y cambio climático. Un cambio en el nuevo MAPA que puede ir mucho más allá de la mera estracturación del nuevo Gobierno porque habrá cuestiones que puedan chocar antes de lo deseado.

La negociación de la PAC no se librará solo en Bruselas, sino a nivel nacional e incluso en el seno del propio Gobierno


La reforma de la Política Agraria Común para el horizonte 2021-2027 será el primer reto de su trabajo al frente del MAPA, conocida la propuesta de la Comisión Europea, que incluye un recorte de las ayudas directas del 3,5 % y de un 15 % en los fondos para desarrollo rural para España. Unos recortes que, por cierto, defendía su actual compañera de Gabinete en Economía, Nadia Calviño.

Hace menos de una semana España suscribía un memorando con Finlandia, Francia, Grecia, Irlanda y Portugal en el que hacían frente común por la PAC para defender ante las instituciones europeas un presupuesto suficiente para la que sigue siendo una de las políticas comunitarias más importantes, afectada ahora financieramente por la salida de Reino Unido de la UE.

Es esta una cuestión, además, con la que con su equipo tendrá que lidiar no solo en Bruselas sino en casa, pues las organizaciones y cooperativas agrarias ya han demandado una defensa firme de las ayudas y se han manifestado en contra de lo que consideran una renacionalización de la PAC y un golpe a la viabilidad del sector.

Unos profesionales que siguen reclamando que no se les pierda de vista en las negociaciones de los acuerdos comerciales con terceros países (como Mercosur), las guerras arancelarias o las cortapisas a la exportación (como en el caso de EEUU y las ventas de aceituna negra), dados los estándares de calidad, seguridad alimentaria y derechos laborales en España.

hará falta de un diálogo constante con el nuevo Ministerio de Transición a la Ecología

A pesar de la separación de carteras, la importancia del agua, los efectos del cambio climático y los cumplimientos de la agenda medioambiental mundial siguen siendo determinantes para el futuro de los todos los actores de la cadena de valor alimentaria, por lo que las relaciones interdepartamentales serán otros de los frentes para Luis Planas.

La modernización de regadíos, las políticas hidrológicas, los trasvases, la disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero o el impulso a la agricultura ecológica exigirán un diálogo constante entre Gobierno y sector para poder encarar el futuro de un mercado cada vez más liberalizado al que sólo se podrá hacer frente a través de la sostenibilidad económica y medioambiental. Un pulso previsto entre el MAPA y ese Ministerio para la Transición a la Ecología.

En ámbito pesquero, administración y sector advertían de que 2019 podría ser el de la «tormenta perfecta» con las obligaciones de descarga en puertos, los descartes, los acuerdos pesqueros, Marruecos, el efecto del brexit, la situación ambiental de los océanos, las cuotas y la reforma de la Política Pesquera Común en el horizonte.

A la lista de tareas que le espera a su gabinete se suman factores como la despoblación, el envejecimiento del sector agroalimentario, la exportación -que no ha dejado de ser motor de mantenimiento y crecimiento- y los desequilibrios en los pagos en origen para los productores.

Y riesgos, como la sanidad animal y vegetal (especialmente por la Xylella Fastidiosa), el aumento de los costes de producción, la competencia cada día más globalizada en ámbitos vitales para España como el vino o el aceite, los cambios estructurales en el lácteo o la remolacha, los condicionantes medioambientales y la volatilidad de los mercados de materias primas.

A todo ello se suman cuestiones como los costes energéticos, el apoyo a la incorporación de jóvenes y mujeres al campo, el imprescindible esfuerzo en innovación e I+D+i para ser competitivos, la relación con Competencia o las relaciones del sector primario con industria y distribución.

Todo un desafío para Luis Planas en una cartera cuyo sector es estratégico -supone el 2,3% del PIB- y uno de los pilares de la exportación española con cerca de 50.000 millones de euros en el último año.

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