Unión de Uniones de Castilla-La Mancha

Eran tiempos difíciles…

Una pandemia asolaba el país (el virus llenaba las UCIs), una crisis de precios tremenda hundía el sector agrario (provocada por una pésima gestión de unas importaciones indiscriminadas que ponían en riesgo la producción nacional).

Los aranceles a muchos de nuestros productos, como es el caso del aceite de oliva, nos hacían producir por debajo de costes y, teniendo poco con el Cambio Climático, llegó una catástrofe: FILOMENA, que arrasó nuestra región.

La Administración miró para otro lado; los que dicen representar a los agricultores tenían el pesebre lleno y poco les importaba.

Mientras tanto, los agricultores altruistamente DESINFECTABAN LAS CALLES, RETIRABAN LA NIEVE de pueblos y ciudades y a lo último, EXTINGUÍAN los INCENDIOS antes de que llegaran los contratados para ello, a pesar de que El Pequeño Nicolás (dictador de República Bananera) les prohibía trabajar en días de calor extremo, a sabiendas de que dicha predicción meteorológica no se cumpliría.

Fue entonces cuando un grupo de agricultores bajo las siglas de Unión de Uniones de Castilla-La Mancha dijeron BASTA YA. Consultaron la legislación regional, nacional y europea y solicitaron audiencia con la Administración.

El señor de los anillos no quiso recibirlos: solo se enfadaba cuando los veía defender sus derechos.

En cambio, Hansel y Gretel sí se decidieron a escucharlos después de mucho RUIDO, y leyeron sus propuestas. En base a ellas, elaboraron un borrador de una Orden que tapaba las bocas de esa interlocución antidemocrática que representa a los agricultores. Aun así, los de LA CASITA DE CHOCOLATE (que decían representar a los agricultores) recogían las NUECES que otros tiraban. Pero a dicho grupo de agricultores les daba lo mismo, aunque se lamentaban: «¡Ay! si nos hubieran acompañado Los 3 cerditos, otro gallo cantaría», y reflexionaban: «¿Cómo van a ir contra la mano que los da de comer», y anunciaban.

Y consiguieron una partida de 18 millones de euros (necesitaban 270).

Lograron una nueva póliza que asegura producción y plantación en una misma campaña (aún falta que se cubran esos daños durante cinco o seis campañas cuando el siniestro sea como el acaecido).

Les garantizaron rebajas de carácter fiscal (IRPF).

Y ahí siguieron luchando por conseguir lo que les pertenece. Y se fueron a Madrid:

Papá Pitufo no quería recibirlos, pero Gargamel agradeció el escrito y lo puso en manos de los servicios técnicos. Aún falta su respuesta.

Mientras tanto, ellos siguen insistiendo. No entienden como los olivos deben tener una póliza de seguro contratada para tener derecho a una ayuda de recuperación de las plantas muertas tras la catástrofe, mientras para recuperar los árboles del Parque del Retiro y del Parque del Oeste no se les exige tal requisito.

Tampoco entienden el reparto de los 509 millones de las ayudas de Filomena. A las catástrofes naturales no se les puede dar soluciones para pactos políticos o favores entre Administraciones.

Y COLORÍN COLORADO…

Pues no, seguirán agitando el nogal y haciendo ruido, hasta que se les escuche, aunque tengan que impugnar cada Orden o Disposición, y pedirán cuentas a quien las tenga que dar.

PD: Los nombres de los FIGURANTES han sido seleccionados para aportar un carácter más literario al Cuento de Filomena, nunca con ánimo de ofender.

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