El aceite de orujo está aumentando sus ventas en España en un momento de precios altos y producción baja, mientras el sector se afana en demostrar la calidad de su producto con estudios científicos y sin descuidar su trabajo en el exterior.
La producción de la actual campaña no llegará a las 90.000 toneladas, muy por debajo de la media de 130.000 toneladas de los últimos años, como explica a Efeagro el director general de la Asociación Nacional de Empresas de Aceite de Orujo (ANEO), Joaquín López.
Y eso que cuentan con el orujo almacenado en balsa que el año pasado no se pudo procesar porque muchas plantas de cogeneración se quedaron paradas durante meses por los altos precios del gas.
López recuerda que del fruto se saca un 20% de aceite de oliva en la almazara y el 80% restante es orujo graso húmedo, por lo que «si no hay aceituna para producir aceite de oliva, tampoco la hay para lo otro».
La sequía ha hecho mella en la producción y, en estas fechas, hay orujeras que ya han tenido que cerrar cuando normalmente operan de diciembre a junio, frente a otras que tienen periodos más largos y procesan durante todo el año el orujo que se almacena en balsa.
De lo que «no se puede quejar» el sector es de los precios del aceite de orujo, actualmente en 2.150 euros por tonelada el crudo y 3.100 euros por tonelada el refinado.
UN ACEITE MÁS CARO
López señala que en un año la cotización se ha incrementado un 60%, impulsada por la invasión rusa de Ucrania, que puso a «todo el mundo nervioso» por miedo a que no hubiera aceite de girasol e hizo que se compraran más otros aceites vegetales.
Aunque el precio del aceite de orujo ha ido bajando después, se ha mantenido en unos niveles altos, lo que no ha impedido que haya crecido su consumo en España.
Frente a la caída de las ventas de aceite de oliva, las de aceite de orujo, aunque en un volumen muy inferior, se han elevado el 16,4% anual en 2022, hasta los 18,3 millones de litros, y el 1,4% en los tres primeros meses de campaña, entre octubre y diciembre, según datos de la patronal de industriales envasadores y refinadores de aceite Anierac.
El director general de ANEO subraya que la subida del consumo nacional ha sido del 23,7% si se hace la media de las últimas cinco campañas.
«Se está demostrando que es un aceite de buena calidad, que merece la pena consumirlo, que es rentable económicamente, que funciona muy bien y que tiene muchas aplicaciones. La gente lo va probando, le gusta y lo va metiendo en su cesta de compra, cosa que hace unos años no se hacía», sostiene.
Con la guerra en Ucrania, la subida del precio de los aceites vegetales ha llevado a más consumidores a refugiarse en este producto de «precio intermedio» que, según López, «funciona muy bien para freír» y otros usos en la cocina.
RETOS DEL SECTOR
Al igual que el sector del aceite de oliva ha promovido el estudio de sus beneficios saludables y nutricionales, el del orujo no se ha querido quedar atrás y en 2015 creó la asociación interprofesional Oriva con la idea de «hacer investigación y luego utilizarla en la promoción».
«No puedes defender el producto si no hay nada que lo respalda», considera López, quien explica que han querido aprovechar el potencial de los «grandes laboratorios en España».
Precisamente el pasado enero se publicaron los resultados de dos ensayos clínicos con 132 voluntarios realizados por un equipo del Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición (Ictan) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Los estudios constataron que el consumo regular de aceite de orujo de oliva disminuye el colesterol y mejora la sensibilidad a la insulina, además de tener efectos positivos contra la diabetes y la obesidad.
La interprofesional sigue trabajando para que el producto se valore más en España, país que apenas representa un 15 % del consumo.
Todo lo demás se exporta, principalmente a Italia, Estados Unidos, Portugal y Reino Unido, aunque también están cobrando fuerza destinos como México o Emiratos.
López precisa que España compra aceite de orujo crudo tanto a Portugal como a Italia para después vendérselo refinado a esos mismos países.
«Es de los pocos productos de agroalimentación cuyo valor industrial se queda en nuestro país», destaca el responsable de ANEO, que apunta otros retos del sector como la transición ecológica hacia un escenario de menos emisiones y más fuentes de energía renovables.
(Texto: Belén Delgado / Efeagro)