Ángel Samper /Secretario General de Asaja Aragón

El pasado 7 de junio el Consejo de Ministros aprobó el proyecto de Ley de Prevención de las Pérdidas y el Desperdicio Alimentario. Es una buena noticia que se decida acabar con el despilfarro, pero no basta con el alimentario. En una sociedad “avanzada” no solo hay que aprovechar los alimentos, también hay que preservar los recursos y poner en valor los esfuerzos y el conocimiento para que no acaben en la basura.

El 60% de las calorías que consumimos provienen del trigo, el maíz, el arroz y las patatas. Los cereales más relevantes desde el punto de vista de la nutrición humana son el trigo y el arroz, que constituyen la base de la alimentación de cuatro quintas partes de la población mundial. Sin embargo, hay que recordar que producimos el doble de lo que consumimos. Según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, a nivel mundial se desperdician alrededor de un tercio de los alimentos que se producen, llegando a un 40-50% entre los productos frescos, a un 35% en el pescado, 30% en cereales, y un 20% en semillas oleaginosas y productos lácteos. En los países «opulentos» es práctica habitual en las grandes cadenas de supermercados que los empleados desembolsen -para que no se identifique su marca- y tiren los productos a la basura cuando se acerca la hora de cierre. Esta práctica escandalosa la realizan sin ningún rubor, delante incluso del consumidor. Y mientras esto ocurre, alrededor de 193 millones de personas en 53 países o territorios se encuentran en contextos de crisis con una inseguridad alimentaria aguda o en situaciones aún peores, según refleja el comunicado de prensa conjunto de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y la Unión Europea (emitido el 04/05/2022).

Los datos demuestran que no solo la oferta y la demanda inciden gravemente en una situación de crisis mundial sino el propio contexto geopolítico, en el que la globalización juega un papel demoledor para el equilibrio y la estabilidad.

La FAO estima una producción mundial de cereales para la campaña 2021-2022 en 2800 millones de toneladas: 776,8 de trigo, 1503,1 de cereales secundarios y 520,8 de arroz. En el mismo informe se señala que se prevé que el comercio mundial de cereales caiga desde los 475,4 millones de toneladas estimados para el 2021-2022 hasta los 462,8 millones de toneladas para el 2022-2023, el nivel más bajo en tres años. La reducción en el comercio mundial se produciría sensiblemente tanto en el trigo, que pasaría de 192,1 millones de toneladas estimadas en el 2021-2022 a 188,9 millones de toneladas previstas para el 2022-2023, como en los cereales secundarios, con valores de 230,1 millones de toneladas estimados para el 2021-2022 a 220 millones de toneladas previstas para el 2022-2023. En el arroz, sin embargo, se produciría un aumento en el comercio mundial, pasando de los 53,1 millones de toneladas producidas en el 2021-2022 a los 53,9 millones de toneladas para el 2022-2023.

China produce 612 millones de toneladas de cereales; Estados Unidos, 468; India, 318. Entre los tres suman 1398 millones de toneladas. Tres países acaparan la mitad de la producción mundial.  Aparentemente en un contexto de “globalización garante” que pusiese en marcha los mecanismos imprescindibles, la afección bélica de Ucrania y Rusia no debería influir tanto sobre los productos de primera necesidad. La Federación Rusa produce 110 millones de toneladas y Ucrania 69. Es cierto que son dos países netamente exportadores, especialmente Ucrania que exporta 24 millones de toneladas de maíz -casi todo el maíz que produce-, 21 de trigo y 4 de Cebada. Según datos del Ministerio, Rusia exporta 28,6 millones de toneladas  de trigo, 3,1 de cebada y 2,6 de maíz.

Hay dos datos que contrastan notablemente con lo que está ocurriendo y que nos gustaría señalar:

1-Los datos de la FAO nos indican para el próximo año una leve caída en la producción mundial de cereales de 16 millones de toneladas; se pronostican 2.784. En cuanto al comercio mundial la caída estaría entre 12 y 13 millones, de 475,4 pasaríamos a 462,8.
2- Esas leves caídas no deberían tener una respuesta tan brutal en el mercado. El efecto de la oferta y la demanda demasiado a menudo está más marcado por los propios “mercaderes” que por la oferta y demanda en sí (a pesar de que somos conscientes de la “sensibilidad” del mercado).

Por otro lado, como indica José Luis Romeo, nuestro presidente de la Asociación Nacional de Productores de Maíz, sería necesario revisar la actual situación de consumo energético para la obtención de nitrogenados puesto que hay soluciones más eficientes que las actuales, que nos están lastrando energéticamente. Los efectos de lo que está ocurriendo en la energía, al igual que en los cereales, ponen en tela de juicio las decisiones que políticamente se están adoptando.
Con todos estos datos que hemos reflejado habría que preguntarse seriamente si realmente el efecto de la guerra y de estos dos últimos países sobre el comercio mundial de cereales puede provocar este tsunami. Hace unos meses era inimaginable que la crisis alimentaria fuera a centrar nuestra preocupación por encima de la energética y la económica.

Paul Krugman, Premio Nobel de Economía, en su artículo “Los alimentos, los fertilizantes y el futuro” apunta que es mucho más grave la crisis alimentaria que la energética y cada vez hay más razones para preguntarse por el futuro de la globalización. Sostiene que a medida que el mundo se vuelve un lugar más peligroso, las cosas que damos por supuestas -como el comercio de alimentos a gran escala- pueden ser mucho más frágiles de lo que nadie se imaginaba. Como bien apunta en su artículo, la globalización no es un fenómeno nuevo, pero “las complejas cadenas de valor caracterizan a la actual economía mundial, en las que, por ejemplo, los coches fabricados en los países ricos llevan chips de Japón y arneses de cables procedentes de México y Ucrania”.QU

Dongyu, Director General de la FAO, en el debate celebrado el pasado 19 de mayo en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas declaraba: “Mi mensaje hoy es más pertinente que antes: la agricultura es una de las claves para lograr una paz y una seguridad verdaderas”. También señalaba que, a pesar de su importancia esencial, solo el 8% de la financiación total destinada al sector de la seguridad alimentaria humanitaria se asigna a la agricultura.
Si hace diez años un informe de investigación de OXFAM bajo el nombre “El lado oscuro del comercio mundial de cereales” ya denunciaba el control de las cuatro grandes compañías comercializadoras de materias primas –Archer Daniels Midland (ADM), Bunge, Cargill y Louis Dreyfus, conocidas colectivamente como las ABCD– como comercializadoras dominantes a escala mundial, teniendo un papel central en el sistema agroalimentario, hoy la situación es mucho más grave, pues las relaciones directas entre otros muchos factores geopolíticos, sociales y económicos no nos dejan ver el rostro real de muchos de los farsantes y “depredadores”.

Para entender todo lo que está ocurriendo es clave darnos cuenta de que es una auténtica «bomba de relojería» que dos sistemas tan contrapuestos como el comunismo y el capitalismo estén conviviendo en un mundo global de libre economía de mercado, ya que cada cual intenta aprovecharse de las debilidades del otro en beneficio propio. El capitalismo deslocaliza la producción para aprovecharse de unos costos extremadamente bajos de fabricación en los países con menor coste laboral. El comunismo, con sus propias reglas bajo la tutela dictatorial y total ausencia de libertades, se sitúa en una posición dominante en el mercado mundial con reglas capitalistas. Mientras tanto en Europa vivimos en los mundos de Yupi, llenándonos la boca con lo políticamente correcto, pero totalmente ajenos a esta maquinaria aplastante que asfixia a nuestros agricultores y ganaderos, mientras nosotros seguimos intentando cambiar el mundo desde nuestro plácido “jardín”.

La globalización es un arma cargada por el diablo. Utiliza el engaño y todos los recursos del bien común para el mal y la satisfacción de unos pocos que se ríen de la política y de todos nosotros. La primera revolución de la política debería estar en el orden moral. » Lo Público» como única solución es un fracaso; la Economía y el Libre Mercado, también. Tan solo la Moral corrige los errores de ambos y los horrores que provoca el comunismo y el capitalismo. Y para muestra un botón, a la par que el mundo se ha puesto de acuerdo para bloquear los bienes y exportaciones rusas en contestación a la invasión de Ucrania, Rusia ha redoblado la exportación de crudo a través de buques “fantasma” y de los “blanqueadores” y “fantasmas” orientales y occidentales. Nada de lo que está ocurriendo tiene desperdicio.

Tampoco tiene desperdicio el artículo de opinión “la venganza del campo” de Manuel Pimentel, que apunta que “el campo comienza a resarcirse de quienes, durante décadas, lo despreciaron” y continúa diciendo “No hacía falta ser un genio para vislumbrar que algún día la agricultura se vengaría de una sociedad urbana que la ridiculizó y minusvaloró”. No le falta razón, pero cada uno de nosotros no podemos eximirnos de nuestra responsabilidad individual y ver hasta qué punto, de una forma u otra (también por omisión) somos partícipes y responsables con lo que está pasando.

El escritor Juan Manuel de Prada, en su artículo «¿Dónde están los genios?» hace referencia a Concepción Arenal, recomendando encarecidamente su antología editada por Anna Cabellé “La pasión por el bien”. Como expone brillantemente en su artículo «allá donde el discernimiento moral se oscurece, acaba ocurriendo un fenómeno sobrecogedor que también señala Concepción Arenal de forma clarividente: Observando bien llegamos a convencernos de que los grandes males son aquellos que se hacen ignorando lo que son, que se consuman con tranquilidad de conciencia y que, en vez de vituperio, reciben aplauso de la opinión pública.

Tomar conciencia moral de lo que está pasando es el primer acto individual que nos permite enarbolar en la comunidad “la pasión por el bien”. En este sentido nos congratula enormemente cuando nuestro equipo de ASAJA se indigna y rebela ante las constantes injusticias que sufren nuestros agricultores y ganaderos. Eso ocurre cuando las organizaciones son libres como la nuestra. ASAJA ARAGON es libre y no depende de Administración alguna. Los procedimientos, las injusticias, las exigencias gratuitas e injustificadas, la falta de rigor, las incongruencias y descoordinación entre los diferentes estamentos públicos… son demasiados los “fuegos” que tenemos que sofocar, pero esa es nuestra labor. No desperdiciamos el tiempo y no reblaremos.

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