Javier López / Director Técnico de Cibelios Energia S.L.

En los últimos meses se ha estado desarrollando un nuevo actor en el sector energético, las comunidades energéticas, que permiten la intervención ciudadana en la generación de energía. A diferencia otras entidades jurídicas, las comunidades energéticas tienen como objetivo principal ofrecer beneficios medioambientales, económicos y/o sociales a sus socios o en la localidad en la cual desarrollan la actividad, más que generar una rentabilidad financiera.

Al tener participación en la generación de energía, las comunidades energéticas están vinculadas al concepto de autoconsumo de energía, y la normativa estatal limita estas instalaciones a una distancia máxima entre generación y consumo de 500 metros, sin estar justificado ni apoyado en ninguna argumentación técnica. Más al contrario, es una limitación para el desarrollo de las comunidades energéticas locales en entornos rurales.

Las características de las comunidades ciudadanas de energía son variables en cuanto a su dimensión, forma, participantes… pero también en la forma de agrupación: financiación, gestión, tecnología… Un buen ejemplo de una comunidad autosuficiente sin limitación espacial es El Hierro, en las Islas Canarias, que produce toda la energía que consume. Puede considerarse una forma, a gran escala, de comunidad energética, aunque oficialmente no lo es.

Para contribuir al desarrollo de las comunidades energéticas en el ámbito rural, es necesario eliminar la prohibición espacial de separación entre generación y consumo. En un contexto de ciudad, la densidad de población que hay hace que muchos individuos o empresas puedan beneficiarse de una comunidad, pero en un entorno rural existen distancias amplias e irregulares entre diferentes sujetos que de ser de otro modo tendrían la voluntad de participar de una comunidad energética. Por lo tanto, la limitación espacial limita el desarrollo en todo su potencial de las comunidades ciudadanas de energía.

En el caso de las comunidades de regantes, con elevadas extensiones de tierra, las distancias entre los puntos de consumo y la generación son muy superiores a los 500 metros, y esto comporta que en ningún caso pueden constituirse como comunidad energética. Pero su actividad tiene gran consumo de energía entre abril y septiembre, mientras que el resto del año se reduce drásticamente. En el caso de generar la energía con fuentes renovables, obtienen un excedente en los meses sin actividad que hoy en día no se puede aprovechar. Si no hubiera limitación espacial se favorecería la cohesión social y el aprovechamiento energético de las comunidades de regantes y las poblaciones próximas.

Con modificaciones en la limitación en términos de distancia máxima se estaría luchando activamente contra la despoblación en los entornos más rurales, porque la energía que se necesitaría a lo largo del año sería más barata, abundante y aprovechada.

Pero más allá del ámbito energético donde se contribuye al desarrollo sostenible y al respeto medioambiental, es importante remarcar el aspecto de innovación social y de desarrollo regional, con la creación de puestos de trabajo, arraigo en el territorio por parte de los socios, cohesión social, transición energética y seguridad de suministro energético.

La importancia de las comunidades ciudadanas de energía en entorno rural reside en la posibilidad de desarrollar la producción de energía mediante fuentes renovables de forma distribuida, acercar el consumidor a la producción energética, llevar aparejado un elevado potencial de desarrollo regional y local, la cohesión social que proporciona en el entorno en el cual se desarrolla la comunidad energética y, finalmente, a través del apoyo a la repoblación de zonas rurales asociadas a las oportunidades de ocupación.

Por lo tanto, el desarrollo de las comunidades energéticas tiene que ir encarado a buscar sobre todo un beneficio en la zona en la cual se desplieguen, con una clara vocación de cohesión social en entornos rurales.

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