Lorenzo Rivera Prieto / Coordinador regional de COAG Castilla y León

El ministro de Consumo, Alberto Garzón, tras denigrar en campañas anteriores alimentos como el aceite de oliva, el jamón, la producción cárnica o el azúcar, ha vuelto a hacer unas declaraciones polémicas, fieles a su estrategia puesta en marcha desde el mismo instante que llegó al ministerio de Consumo, de generar polémica para movilizar a su electorado y ubicarse en el centro de los debates, meta que siempre ha logrado. De hecho, es el titular que menos propuestas presenta en el consejo de ministros. Pero esta vez ha ido más lejos. Si otras veces ha recomendado reducir la ingesta de alimentos, bien es verdad que con escaso criterio científico y sin ningún tacto pues se supone que debería haber pactado con los profesionales del gremio al que atacaba un mensaje conjunto a la sociedad (en esto el campo siempre ha sido dialogante), esta vez ha ido directamente al corazón económico y social de uno de los sectores más dinámicos de la economía española como es el cárnico. Y lo ha hecho en opinión de COAG, “inmadura e irresponsablemente”. Veamos por qué.

Las declaraciones que han estallado no solo entre los ganaderos, sino entre los propios grupos políticos al coincidir con la campaña electoral a cortes regionales de Castilla y León, anunciadas el 20 de diciembre de 2021, fueron publicadas por el diario británico The Guardian el 26 de diciembre de 2021.  De entre todas ellas, la respuesta que ha generado la polémica fue esta en la que el ministro Garzón responde al redactor del rotativo sobre la producción cárnica española: «Lo que no es nada sostenible son estas llamadas megagranjas… Encuentran un pueblo en un pedacito despoblado de España y ponen 4.000, o 5.000, o 10.000 cabezas de ganado. Contaminan el suelo, contaminan el agua y luego exportan esta carne de mala calidad de estos animales maltratados”.

La respuesta es completamente disparatada. Nada es cierto. Creemos que lo que hace el ministro es atrapar al vuelo algunos datos sin base de la granja que se pretende instalar en Noviercas (Soria), que sí sería una macrogranja pues alojaría a 23.500 reses, pero que no está en marcha, y que además, ha contado con la pertinaz oposición de COAG. Fue precisamente COAG, en su oposición frontal al proyecto de Noviercas quien acuñó el término macrogranja.

El ministro habla de granjas de 4.000, 5.000 ó 10.000 cabezas sin poner él la suya en el dato. En toda la geografía española se podría contar con los dedos de una mano el número de granjas bovinas de carne que podrían existir con estas características. Además, no existe administrativamente el término macrogranjas, y menos megagranjas. El Ministerio de Agricultura está intentando regular el tamaño de las explotaciones de bovino pero no hay nada definitivo.

Efeagro abunda en que “el ministro de Consumo utiliza como ejemplo granjas con 4.000, 5.000 ó 10.000 cabezas de ganado, pero en el sector bovino solo destaca con un número de cinco cifras el proyecto para la explotación de 23.520 vacas lecheras en el municipio soriano de Noviercas”. Pero esta última no está en funcionamiento.

Además, hay todo un ejército de instituciones que están vigilando continuamente la contaminación de suelos y aguas. Precisamente por eso está parado el proyecto de Noviercas.Y desde luego, no hay muchos casos de maltrato animal en España, pero si el ministro de Consumo, Alberto Garzón conociera alguno y no lo denunciara por los medios reglamentarios, sería él mismo, cómplice de tal maltrato.

Y por último, el ministro de Consumo Alberto Garzón, es capaz de decir en un medio inglés, sin despeinarse y sin arrepentirse, que les vendemos carne de mala calidad. A un mercado, el de Gran Bretaña, que nos compra más de 82.000 toneladas de carne cada año, por un valor de casi 300 millones de euros y que está en alza, pues ha crecido un 20 por ciento en los últimos 10 años. ¿Se imaginan a este hombre al frente de una empresa?

En esa misma entrevista, el ministro explica que la alternativa sería la producción cárnica en extensivo, que es de mayor calidad. Pero esta afirmación es otra falacia. Primero, no hay espacio en España para hacer una producción masiva en extensivo que pudiese abastecer a nuestra propia población; segundo, este tipo de producción está amenazada, por ejemplo, por el lobo, y por otra fauna silvestre. Y los ataques son crecientes desde que la ministra del MITECO, Teresa Ribera, colocó al cánido dentro del registro de especies intocables. Y tercero, ¿alguien se imagina la subida del precio que experimentaría la carne si se produjera toda en extensivo? Se convertiría en un artículo de lujo solo al alcance de las élites.

La cuestión que hay que platearse es a qué viene todo esto. ¿Realmente se trata de la apertura de un debate sobre el sistema productivo que debería desarrollarse en España, de calidad y respetuoso con el medio ambiente? Ojalá. COAG se manifiesta rotundamente contraria a las macrogranjas. Y estaría encantada de abordar un debate serio, sereno, racional, con datos y con ideas sobre este sistema productivo. Es justo lo contrario que ha hecho el ministro: que es lanzar al vuelo unas ocurrencias basadas en medias verdades.

Hechas, además, a un medio de gran ascendencia internacional, de orientación progresista y cercano ideológicamente al grupo creciente de jóvenes ecofriendly que es quizás, la madre del cordero de toda esta polémica.

Dice el director de cine y agudo columnista del diario El País, David Trueba, que “un ministro no mete la pata cuando ataca la carne de producción intensiva”, refiriéndose a Alberto Garzón. Estamos de acuerdo. En los mentideros políticos comienza a cobrar fuerza la especie de que esta sea ya una de las acciones del proyecto electoral que prepara Yolanda Díaz. La medida, aparentemente inocua, ha logrado colocar a Garzón y a Unidas Podemos en el centro de un debate en el que no estarían de no haberse producido las declaraciones. Si nos fijamos, todas las actuaciones por las que ha sido mencionado el Ministerio de Consumo desde que lo colonizó Garzón, desde la huelga de los juguetes hasta “el azúcar mata”, han sido happenings: estrategias de marketing encaminadas a colocar al ministro en los medios. Y lo han logrado.

Es otro ministro perpetuamente en campaña, costeada con fondos del Estado, como Yolanda Díaz. Por ejemplo, ahora, Unidas Podemos nunca hubiera soñado tal avalancha de entrevistas en todos los medios de no estar en la centralidad del debate electoral en Castilla y León, gracias a las declaraciones vertidas a The Guardian. Y estirarán la cuestión ad infinitum centrándose en denunciar las macrogranjas que haya en Castilla y León, porque han visto que el debate cala con fuerza en una parte del electorado y sobre todo en los medios.

Entre una aberración como la del proyecto de Noviercas y los miles de ganaderos profesionales que hacen ganadería intensiva hay un abismo. Por eso estamos en contra de las palabras del ministro de consumo, porque no se puede generalizar de una forma tan superficial y convertir todo en “blanco o negro”. Al polarizar así el debate, nosotros no podemos estar de acuerdo con él por más que creamos en las bondades del sistema extensivo y en lo perverso de las macrogranjas.

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