El Consejo Regulador de la IG Pacharán Navarro ha comenzado a descubrir los primeros macerados del año y se han encontrado “con unos pacharanes de color rojo guinda de gran intensidad, con ribetes morados en la copa, y unos aromas de intenso afrutado con recuerdos de cereza picota y ciruela madura”. La buena maduración hace, además, que tengan una acidez equilibrada y que resulten muy frescos y con una larga permanencia afrutada en la boca, por lo que no dudan en calificar la añada de 2018 como “Muy buena”.

Y eso a pesar de que en general, en esta campaña se han recogido pocas endrinas en los campos navarros, al igual que ha ocurrido en Guipúzcoa, Huesca y La Rioja. Para conocer la causa de este descenso en la producción hay que remontarse al invierno y la primavera pasada. El invierno de 2018 fue muy frío y así se mantuvo hasta bien entrado marzo, fecha en la que incluso se registró una nevada a principios de mes. A finales de marzo los endrinos ya estaban listos para florecer pero el frío y las borrascas mantuvieron los capullos cerrados, lo que provocó que la floración comenzara la segunda semana de abril, es decir, con un mes de retraso respecto al año anterior.

Tras la floración subieron las temperaturas provocando el rápido brotado de las hojas y el fenómeno denominado como «corrimiento» que se caracteriza porque la savia deja de ir a las flores y se dirige a los brotes de las hojas, esto hace que las flores no terminen de polinizar y se marchiten, dejando los endrinos sin apenas fruto. De hecho, el descenso en la producción de los endrinos se ha cifrado en hasta un 65%.

Sin embargo, las endrinas sí se han beneficiado de un verano seco y caluroso para mantener un tamaño pequeño. Y aunque las altas temperaturas provocaron un retraso en la maduración, las frías noches del otoño consiguieron que en octubre se pudieran recoger unas endrinas de una extraordinaria calidad.

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