Jose Manuel de las Heras / Coordinador Estatal Unión de Uniones

Lo blanco y en botella no siempre es leche… y así lo ha dictaminado el Tribunal de Justicia de Luxemburgo en una sentencia que retira el apelativo de leche a los productos de origen vegetal que hasta ahora lo están usando comercialmente. Esas bebidas derivadas de la soja o de otras materias vegetales tendrán que buscarse un nombre, no se sabe aún cuál, pero que los publicite de forma veraz y que no induzca a confusión al consumidor.

Que al final sea un Tribunal el que tenga que decir que la leche es lo que se obtiene de la vaca, o de la oveja o de la cabra, que es algo que se aprendía en primaria, es sintomático de a qué extremos llegamos. Se empieza por confundir eso y se acaba en la estadística, recientemente publicada, que dice que más de 16 millones de estadounidenses (un 7% de su población) cree (no es broma) que la leche chocolateada sale de las vacas marrones.

Las cosas hay que llamarlas por su nombre y a veces, como ahora, es necesaria y urgente una definición más delimitada, más específica, para no llevar a engaños al consumidor. La bebida licuada de soja, está claro, no tiene las mismas propiedades que la leche de vaca, por no hablar de los costes – aunque eso es otra historia -.

Es como hace unos años cuando Biofrutas tuvo que abandonar el prefijo bio, reservado legalmente sólo para productos ecológicos.

Cada cual, si el monedero le alcanza, es libre de consumir en función de sus apetencias, pero es fundamental que los consumidores estemos bien informados, que no nos den soja por leche. No porque nosotros, los productores, nos empeñemos en poner en valor nuestro trabajo, sino porque es justo, porque no debería poder entenderse de otra manera.

Es fundamental saber qué estamos comiendo o qué estamos bebiendo y cómo puede beneficiar más o menos a nuestra salud. Se trata de un correcto etiquetado, por supuesto; pero también de una cierta ética, que seguramente debería elevarse a categoría legal, en las presentaciones. Sin ir más lejos, no es de recibo que zumos, néctares, yogures, cereales de desayuno y otros productos, utilicen como reclamo la fruta y sus valores alimenticios, cuando ésta representa cantidades mínimas, del 1 % al 10 %, en su composición, y así acaban de denunciarlo los consumidores.

Y de la misma forma que cada vez más queremos saber exactamente qué comemos y qué bebemos, nos apetece conocer también de dónde viene y dónde se ha hecho. ¿Es un mero prejuicio chauvinista? No. Es que no en todos los sitios se hacen las cosas de la misma manera y nuestros productos agroalimentarios están obtenidos y procesados conforme a unas rigurosas normas de bienestar animal, medioambientales y de trazabilidad y seguridad alimentaria que, a lo peor, en otros sitios no. Además de que es bueno que todo el mundo sepa que la naranja que está cogiendo del expositor es de Sudáfrica porque alguien ha decidido traerla desde 13.000 kilómetros en lugar de comprársela al agricultor de Carcaixent, en Valencia… o que la leche que está comprando es de Normandía en lugar de ser de Asturias o Galicia.

En teoría, en esta semana, el Ministerio de Agricultura va a mandar el borrador de Real Decreto sobre identificación de origen de la leche a la Comisión Europea. Parece una excelente iniciativa si se hace de manera que cualquiera que estemos interesado en conocerlo, sepamos donde se ha ordeñado la leche que vamos a consumir. ¿Ello servirá para mejorar la situación del sector? Nos parece que ayudará si entre todos sabemos trasladar a los consumidores los valores de la “diversidad de nuestros productos lácteos y de un modelo de explotación sobre territorios económica y socialmente vivos, que son un símbolo de patrimonio económico, social y medioambiental sostenible”. Esto, por cierto, no es mío… se lo he copiado a los franceses.

Ésta sí es manera de hacer las cosas. Lo contrario es organizar desde las administraciones públicas un evento de Castilla y León “Tierra de Sabor” y que la patata esté envasada en la región, pero cultivada en Francia… o que se celebre una muestra de Frutos Secos de Catalunya y de Catalunya sólo tengan la bolsa porque las nueces vienen de California y las avellanas de Turquía. Eso no es poner en valor nuestras producciones.

A nosotros, como agricultores y ganaderos, nos cabe (si nos dejan) seguir haciendo lo que mejor sabemos… producir leche, patatas, frutos secos y todo aquello necesario para que nada falte en una cesta de la compra sana, de calidad y de proximidad. Nuestra parte la cumplimos. Es nuestra profesión y nuestra vocación. Como organización seguiremos proponiendo y apoyando medidas para que esa labor no quede velada por publicidades engañosas y que los consumidores sepan lo que están comprando y no se juegue con su alimentación.

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