La asociación de Empresas Productoras y Exportadoras de Frutas y Hortalizas Asociafruit ha insistido en poner en valor la patata nueva española ante la escasa penetración en el mercado nacional en beneficio de la patata importada de conservación que es más barata y con un aspecto exterior más bonito.

La campaña andaluza de la patata nueva ha arrancado y Asociafruit, organiza en colaboración con el ayuntamiento de La Rinconada, la VI edición de la fiesta de la patata por su peso en la producción de este tubérculo, ha informado en un comunicado.

Esto acto supone el «pistoletazo de salida a la campaña de la patata nueva española, fresca y saludable, para sustituir a la patata francesa, conservada en cámaras durante meses y no apta para freír».

Asociafruit lleva años informando a los consumidores de que las patatas francesas se almacenan a baja temperatura y de esta forma consiguen una apariencia externa óptima, pero se detiene el proceso natural de senescencia del tubérculo.

Patata francesa: el almidón a bajas temperaturas se transforma en azúcar, y al freír genera altos niveles de acrilamidas

Esa apariencia es el «factor determinante en la compra, es decir, que las patatas externamente -en la parte que se tira a la basura-, sean bonitas», ha apuntado esta asociación, que señala que el 70% de las patatas españolas se exportan.

Sin embargo, el almidón a bajas temperaturas se transforma en azúcar, de ahí que las patatas importadas estén dulzonas, y al freír, este azúcar se quema ennegreciendo las patatas y generando altos niveles de acrilamidas, problemas que no existen en el caso de la patata nueva española.

Según datos de la Consejería de Agricultura, la superficie cultivada de patata se ha desplomado en los últimos años en Andalucía al pasar de unas 23.500 hectáreas en 2004 a unas 8.000 actualmente, de la que unas 3.500 hectáreas corresponden a la provincia de Sevilla. También se cultivan patatas nuevas en las provincias de Cádiz, Huelva, Málaga y Córdoba.

En España la superficie cultivada ha pasado de 257.000 hectáreas en 1992 a las 60.000 actuales, lo que supone una reducción del 77%.

Esta caída supone una pérdida en empleos directos equivalente a más de 33.000 puestos de trabajo fijos en los últimos 25 años. En el caso de Andalucía, de 23.500 hectáreas cultivadas en 2004, apenas se llega a las 8.000 hectáreas.

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