Eladio Aniorte Aparicio / Presidente de ASAJA Alicante – Jóvenes Agricultores

Desde el año 1993 la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la decisión de celebrar cada 22 de marzo el Día Mundial del Agua. Un día muy importante para todos los seres humanos por ser un recurso vital, pero más valorado y especial si cabe para aquellos que sufren su escasez a diario. No debemos olvidar que en pleno siglo XXI más de 2.100 millones de personas viven sin acceso seguro al agua en su casa, lo que afecta a su salud, educación y forma de vida. Tanto es así que la ONU considera que la del agua es una de las grandes crisis mundiales a las que se enfrenta el planeta.

Afortunadamente, a nosotros nos ha tocado nacer en la cara amable de la Tierra. En un continente y un país desarrollado e industrializado, donde el 99,9% de la población tiene acceso al agua potable y al saneamiento. Sin embargo, no podemos hablar de la misma tranquilidad y seguridad hídrica en lo referente al agua destinada a la agricultura y el regadío, especialmente en el sureste español, donde el entramado agroalimentario de las provincias de Alicante, Murcia y Almería, más conocidas como la «Huerta de Europa», dependen del tan denostado, maltratado y politizado Trasvase Tajo-Segura.

Un acueducto que no solo transformó la forma de vida de estas provincias, también su economía y su paisaje, convirtiendo áreas casi desérticas en regadíos de grandísimo valor ecológico y medioambiental de gran prosperidad socioeconómicas y frenando el éxodo rural de sus pueblos. Tanto es así, que gracias al agua del Trasvase se han creado más de 300.000 puestos de trabajo relacionados con la agricultura y el turismo, además suma 2.364 millones de euros al PIB y abastece de frutas y verduras a toda Europa.

Unas cifras nada desdeñables que poco parecen importarle al Gobierno de España. Y es que, todos los meses tenemos que soportar los ataques continuos por parte del actual Ministerio para la Transición Ecológica, capitaneado por la ministra Teresa Ribera, que intenta acabar con el citado acueducto por la vía de su inutilización y continua criminalización, bien con recortes injustificados, bien con el aumento de los caudales ecológicos… ante el cómplice silencio del presidente de nuestra Comunitat, Ximo Puig.

No podemos olvidar como durante todo el 2020, año en el que apareció el Covid-19 y la agricultura fue declarada como un sector esencial, siempre en primera línea para que no faltara abastecimiento de alimentos a la población, hemos vivido recortes continuos en las transferencias mensuales de agua por parte de Teresa Ribera, incluso en contra de lo que le aconsejaba su propio comité de técnicos (Comisión Central de Explotación del Tajo-Segura).

Una vez más, los regantes han tenido que sufrir decisiones basadas en cálculos políticos carentes de fundamento, que responden más a planteamientos ideológicos que a consideraciones técnicas y de interés nacional, y finalmente han salvado sus cosechas gracias a la generosidad meteorológica, que han dejado precipitaciones importantes en nuestros campos y en la cuenca del Segura, que recordemos, sigue siendo la más deficitaria de España.

Es un hecho que con esta estrategia de ir aletargando el trasvase, desde Transición Ecológica recogen el testigo de la ex ministra de Medio Ambiente con Rodríguez Zapatero, Cristina Narbona, que derogó el Plan Hidrológico Nacional para conectar el río Ebro, y puso en marcha un plan para desalar agua del mar con la construcción de 51 desaladoras, de las que apenas funcionan una docena. Una estrategia a la que ASAJA Alicante se ha opuesto rotundamente, puesto que la desalinización no solo no es válida por su alto coste, con un precio por hectómetro que los agricultores no pueden pagar, sino por el precio ambiental que requiere. Concretamente, el metro cúbico de agua desalinizada que se produce en la zona de influencia del trasvase Tajo-Segura necesita 4,35 kilovatio por hora, mientras que en el suministro de los caudales procedentes del Tajo el consumo energético se reduce a 1,21 kilovatio por hora por metro cúbico. Es decir, el coste energético de la desalinización es 3,5 veces superior al del trasvase.

Por todo ello, acabar con el Trasvase Tajo-Segura, que creó 44 millones de árboles frutales y 70.000 hectáreas de hortícolas, donde los regadíos del trasvase actúan como auténtico e irreemplazable sumidero de CO2 en la atmósfera, es un grave error, más aún cuando la alternativa ofrecida no es válida. Además de ir en contra del objetivo europeo de ser la primera zona mundial en alcanzar la neutralidad de emisiones de carbono para el año 2050. Resulta paradójico y vergonzoso que esta sea la hoja de ruta de un Ministerio que se autoproclama: de Transición Ecológica, y que con su forma de proceder consigue enfrentar dos elementos naturales completamente indisociables y carentes de sentido el uno sin el otro, como son el agua y el medioambiente.

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