Ha tenido que llegar una pandemia para recordar que, además de ser un motor económico fundamental para el país, sin manos no se recogen cosechas, sin industria transformadora no se llenan los lineales del supermercado y, sin estos últimos, la nevera se vacía. Por eso, este año, el sector agrario español abrió y cerró los informativos.

Acostumbrado a que su trabajo pase desapercibido para la mayoría de la opinión pública, el sector agrario cierra sin embargo un 2020 en el que abrió los informativos con sus tractoradas en defensa de precios justos y los cerró con esos mismos tractores desinfectando las calles vacías por la covid.

Que se trata de un sector económico esencial ya lo reflejaban las estadísticas de producción vegetal y animal (30.957 millones de euros y 20.272 millones, respectivamente, según las últimas cifras del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación) y exportadoras (con datos oficiales a octubre, 42.176 millones de euros, que supone crecer un 5,4 % anual en plena pandemia).

Pero tuvo que llegar una pandemia para recordar que, además de ser un motor económico fundamental para España, sin manos no se recogen cosechas, sin industria transformadora no se llenan los lineales del supermercado y, sin estos últimos, la nevera se vacía.

Y así, el sector pasó del pelear en la calle por una retribución justa en origen y dejar de ser la moneda de cambio de los acuerdos comerciales internacionales, a afrontar campañas sin suficientes jornaleros por el cierre de las fronteras y a reorganizar toda su logística para proteger su salud y la seguridad de los alimentos, con el consiguiente aumento de sus costes de producción.

BROTES Y PACTO VERDE DE CARA A LA PAC

A los primeros brotes entre los temporeros se respondió, como recordaban los informativos y el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, en una entrevista con Efeagro, con una guía de buenas prácticas para las autonomías, el papel básico de los ayuntamientos para el alojamiento y la implicación de las empresas: porque no sólo “con la salud no se juega”.

Los agricultores, como se ha visto en los informativos, han ido capeando temporales, reales y figurados, mientras se daban de bruces con una reforma de la Política Agraria Común (PAC) que, en línea con el Pacto Verde, no negocia con la sostenibilidad ni las exigencias ambientales; y que para el sector es un dolor de cabeza que añadir a una lista de tareas encabezada por la digitalización, la bioseguridad y el relevo generacional.

Para apuntalar la transformación sectorial que supondrá, España recibirá 47.724 millones de euros para la PAC hasta 2027 y, de los fondos europeos de recuperación de la crisis, el Gobierno destinará 1.051 millones de euros para el sector agrario.

En la columna del haber del 2020 figuran la renta agraria prevista (un +4,3 % interanual, hasta 29.093 millones de euros, pese a las dudas de las organizaciones sobre estos datos), los avances en nueva Ley de la cadena alimentaria (que prohíbe la venta a pérdidas pero deja dudas sobre su implantación efectiva) y las preocupaciones sobre la sanidad animal, con la gripe aviar a la vuelta de los Pirineos y la porcina avanzando desde el Este.

Y en la del debe, el diseño del plan estratégico de aplicación de la PAC a partir de 2023, en el que el necesario trílogo nacional serán el Gobierno, las comunidades autónomas y el sector, y la consecución de los ansiados precios justos para el primario, que se resiente por el incremento de los gastos por la covid.

En la columna de las incertidumbres, los sectores productivos enfocados a la restauración, el ocio y el turismo (como cordero, cochinillo, refrescos y bebidas alcohólicas o la flor cortada) están pendientes del hilo de una nueva normalidad de aforos reducidos y fiestas y celebraciones suspendidas que puede afectar a los 731.100 trabajadores del sector (un 3,8 % de la población activa).

LA MIRADA AL EXTERIOR

En la nueva normalidad, agricultores y ganaderos han abierto también los telediarios con las largas colas de camiones atrapados intentando llegar al Reino Unido, como una temida metáfora del brexit, o manifestando su esperanza de que el nuevo presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ponga fin a los aranceles fruto de la batalla aeronáutica con la Unión Europea.

Y se han hecho un hueco en las informaciones de corte social porque los productores han donado toneladas de frescos, la industria llenó de agua y zumos los centros sanitarios y la distribución garantizó el suministro de alimentos cada día, incluso cuando aun no había suficientes mascarillas o mamparas.
Los hogares, por el recorte en la vida social, gastaron casi un diez por ciento más que en 2019 en comprar alimentos, con un Índice general de Precios al Consumo (IPC) hasta noviembre que ha caído el 0,7% anual.

Podríamos sintetizar 2020 así, pero, con la libertad de las nuevas normalidades, el mejor resumen es reconocer que fue el año en el que agricultores y ganaderos, por una vez, abrieron y cerraron los informativos.

(Texto: Laura Cristóbal / Efeagro)

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