Miguel Solana / Presidente de la Asociación Río Aragón
El pasado mes de Noviembre volvió a constatarse que las entrañas de las laderas sobre las que se asienta la presa de Yesa se mueven. Lo hacen en cada vez más puntos (47 de los 63 de auscultación que existen) y, lo más grave, esto ocurre en lugares donde antes no se había detectado y ocurre a profundidades de hasta 90 metros. A nadie se le escapa la gravedad de que esto ocurra en el terreno sobre el que se asienta una presa. A nadie, salvo a la Confederación Hidrográfica del Ebro, la CHE, para la que esto es un movimiento NO SIGNIFICATIVO. Podría resultar asombroso si no fuera porque los antecedentes colocan, lamentablemente, a tan lustroso organismo más cerca del error que de la certeza.
Cuando proyectaron el recrecimiento de Yesa, a pesar de las advertencias del ingeniero constructor René Petit, ni tan siquiera tuvieron en consideración los problemas de estabilidad que la obra podría conllevar. Sólo cuando en 1993 el doctor en geológicas Antonio Casas o en 1999 con la doctora Maite Rico, denunciaron los riesgos derivados de la sismicidad y la inestabilidad de la laderas, la CHE comenzó a realizar unos muy insuficientes estudios. Por supuesto para decir que no pasaba nada y que todo eran alarmas infundadas.
Y sin moverse un pelo sigue la CHE a pesar de que ha sido una y otra vez desautorizada por los hechos. En 2006 unos 3,5 millones de m3 de tierra se movieron en monte Mélida en la ladera izquierda, algo que según la CHE nunca podría pasar. Estos deslizamientos se reactivaron en 2008 y 2012. En 2012 el estribo derecho de la presa llegó a elevarse varios centímetros debido a un nuevo deslizamiento ahora en el otro lado. Su gravedad obligó en 2013 a la evacuación de 60 viviendas, al apresurado desmonte de más de 1,5 millones m3 de tierra y al posterior desalojo de dos urbanizaciones con 103 viviendas. Algo que según la CHE nunca podría pasar.
Ante el problema reiterado y en un alarde de imaginación la CHE anunció que la nueva presa sujetaría las laderas. La realidad ha demostrado que ésta ha sido levantada en un alto porcentaje y, como es de toda lógica, no ha impedido que las entrañas se sigan moviendo. Ahora los indicadores señalan, y técnicos independientes confirman, que las laderas están trituradas, que se hallan en una gran inestabilidad, que en las profundidades se producen movimientos que una gran masa de agua encima no haría sino aumentar, lo que podría conllevar la rotura de la presa. Pero para la CHE “NO ES UN MOVIMIENTO SIGNIFICATIVO”, o sea no pasa nada.
La CHE como estatua de mármol, posiblemente esculpido en el pasado siglo de su fundación, sigue sin moverse, pero su no pasa nada ha llevado el presupuesto de 109 a más de 400 millones de euros, los habitantes aguas abajo viven cada vez con una mayor sensación de inseguridad y, lo peor, la CHE ni ha podido ni podrá dar seguridad a un Yesa recrecido por lo que está abocado a no poderse llenar nunca.
El inmovilismo en la CHE está creando pantanos cadáver como La Loteta, Monteragón, El Val, Mularroya,…No podemos permitir que Yesa sea el siguiente cadáver cuyo inmenso coste habrá de pagar la ciudadanía.