La decisión del Parlamento de Cantabria de rechazar por unanimidad la posibilidad de que se utilice la técnica del fracking en esta comunidad ha vuelto a poner en la palestra este siempre espinoso asunto, que surge cada cierto tiempo no tanto como el Guadiana sino como los agujeros que se hacen en busca de gas y que no se ven, pero de repente aparecen un día.  Y como toda decisión política, se ha creado la consiguiente polémica, ya que pese a gobernar el PP en esa región, el Gobierno central, y en especial su ministro de Industria, apoya este sistema de extracción.

    Y se podría hablar de política o de competencias, pero lo que más me preocupa es que a estas alturas nadie sabe realmente si es o no peligroso este sistema. Y lo peor es que cada vez más da la impresión de que nadie quiere abrir un serio debate sobre el mismo y todo se centra en una sola palabra en cada bando. Dinero, para quienes lo apoyan; el holocausto, para quienes se oponen.

    Y cuando a uno le proponen un negocio y lo primero y casi único de lo que le hablan es del dinero que se va a invertir y va a ganar, de los puestos de trabajo que se van a crear y de todas las ventajas que conllevará para esa región o comarca, lo primer que se piensa es que hay gato encerrado. Y aquí la gran culpable es la propia industria, que se niega a poner sobre la mesa un debate honrado de pros y contras y se limita a hablar de dinero y, como gran argumento de peso, que ya se hace en Estados Unidos (a quien por cierto también ha vetado su carne en Rusia) , como si eso lo justificase todo. Y no justifica nada, ya que uno no sabe de qué Estados Unidos habla, del que veta los refrescos gigantes para evitar la obesidad o el que permite una hamburguesería con camareras vestidas de enfermeras que dan platos con casi 10.000 calorías. ¿Cuál es el espejo? ¿El EEUU más estúpido o el menos estúpido?

    Claro que, por otra parte, ahí están los ecologistas, que nunca aprenderán que oponerse a todo no sólo les quita credibilidad, sino convicción a la hora de exponer sus argumentos.  Y aunque luego se enfaden conmigo, cuando aprendan a ofrecer alternativas en lugar de rechazar todo lo que se ponga sobre la mesa (no a las nucleares, eólicas sí pero no éstas, pintémoslas de colores para que no se choquen las aves, quitemos los transgénicos y que los cultiven otros, hagamos todo reservas naturales y acabemos con la ganadería extensiva, apostemos por el greening y el cultivo ecológico… y que lo paguen los otros,….) ganarán peso a la hora de exponer sus conclusiones.

    Y entre todos la mataron y ella sola se murió, por lo tanto en este país veremos que en un sitio se hará el fracking y en el de al lado, no, aunque ninguno sepa realmente qué puede pasar con este sistema. Y es que, insisto, cuando sólo me hablan del dinero que voy a ganar con un negocio me echo a temblar. Entiendo que el ministro Soria piense lo contrario, porque como parte del Gobierno busca dinero hasta debajo de las piedras que ya ha levantado varias veces, pero eso no lo es todo, sino las consecuencia que pueda tener en un futuro esta técnica no sólo para la naturaleza, sino para los cultivos y la ganadería de una región.

    Y cuando sólo se habla de dinero y de lo que te quieren vender uno desconfía, porque el dinero no lo es todo. Porque ¿y si, por poner un ejemplo, fueran Bárcenas o Urdangarín los que nos quisiesen ‘vender’ el fracking? Pues que todo el mundo echaría a correr en dirección contraria. Y sé que este argumento es estúpido y simplista, pero es que a estas alturas lo único que tengo claro es que sigo sin saber si realmente es bueno o malo porque sólo me lo quieren ‘vender’. Y cuando el dinero es el único argumento uno acaba sospechando, pensando mal y con suspicacias.

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