Entre los restos de un viejo naufragio del año 1840, se encontraron botellas de vino y champán que, pese a sus remotas añadas, conservaban intactas sus cualidades organolépticas y que, en algunos casos, se subastaron por miles de euros. Dicho descubrimiento llevó a varios emprendedores a pensar que quizá el mar sería un buen lugar para la crianza del vino. Así nacieron los vinos submarinos.

Siguiendo esta práctica, algunas bodegas han empezado a envejecer sus vinos bajo el mar, aunque, por supuesto, la fermentación y, en ocasiones, una primera parte de la crianza, suceden en tierra. Después, las botellas o ánforas se sumergen durante meses (o años) en cajas perfectamente ancladas y cerradas para evitar cualquier exceso de curiosidad por parte de los submarinistas; además, las bodegas de mayor prestigio tienen sensores y cámaras de control que salvaguardan el vino las 24 horas del día. Existen también productores que permiten a los clientes bajar a buscar sus propias botellas que, cuando vuelven a la superficie, aparecen cubiertas de coral, algas o conchas.

“Los tractores se han cambiado por barcos…»

Es el caso de la bodega Crusoe Treasure, la primera bodega y arrecife artificial del mundo, cuyo vino, Sea Soul nº 4, se encuentra en el mar a unos 20 metros de profundidad y en total oscuridad. Tiene una crianza tradicional de 14 meses en barrica de roble francés y 8 meses (variables) de atesoramiento submarino.

Para Vinissimus, el eCommerce líder en Europa en venta de vino español online, el mar ofrece condiciones de conservación perfectas para el vino: a cierta profundidad, la temperatura es estable, la presión mayor, la luz insignificante y el silencio absoluto. A 20 ó 30 metros, las temperaturas rondan los 12-15 grados y las corrientes acarician las botellas. Si a todos estos factores le sumamos la ausencia de intercambio de oxígeno a través del tapón, el envejecimiento resulta forzosamente más pausado.

“Los tractores se han cambiado por barcos y esto ha generado cierta controversia respecto a la mejora del vino tras la crianza submarina. Sí parece comprobable que el mar y sus particularidades derivan en una evolución del vino distinta”, dice Carme Saló, sumiller de Vinissimus. “Hay quien dice, incluso, que el mar aporta su salinidad a los vinos y que los sumergidos bajo el agua adquieren matices minerales, yodados, impropios de los vinos “terrestres”, al tiempo que se tornan más redondos y complejos”, añade.

 

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