Ginés Mena / Efeagro
Las enfermedades de la madera son uno de los mayores quebraderos de cabeza para administraciones, viticultores, organizaciones sectoriales y bodegas, ya que provocan pérdidas «billonarias» cada año en los viñedos y pueden reducir drásticamente el número de cepas con las que se elaboran grandes y cotizados vinos.
La Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV) constata que dichas enfermedades se han convertido en las más devastadoras de cuantas han afectado a los viñedos en las últimas tres décadas, y así en un motivo de preocupación cada vez mayor para los países productores.
Pero, ¿qué se puede hacer contra esta «tristeza» de las viñas provocada por hongos que avanza por Rioja, Ribera del Duero, Marco de Jerez, Comunidad Valenciana, Cataluña o Extremadura, entre otras? ¿Se enfrenta el sector a la nueva filoxera del siglo XXI?
se trabaja para determinar posibles líneas de actuación que «planten cara» a algunas enfermedades aunque otras son endémicas
El investigador del Instituto de Ciencias de la Vid y el Vino (ICVV), David Gramaje, trabaja en el proyecto europeo WINetwork, en el que participan entidades de 7 países -España, Portugal, Francia, Alemania, Hungría, Croacia e Italia- y 10 regiones vitivinícolas.
Su objetivo es realizar una radiografía del problema en Europa, que pueda sustentar luego estudios para luchar contra ello.
WINetwork moviliza 2 millones de euros entre 2015 y 2016, y será clave para determinar posibles líneas de actuación que «planten cara» a enfermedades como la yesca, la eutipiosis y el «decaimiento por Botryosphaeria», en planta adulta, y de la «enfermedad de Petri» y el «pie negro» en las cepas jóvenes, en las que también se produce la «Botryosphaeria».
«Existen otras enfermedades como oidio, mildiu y botrytis que pueden ser endémicas en algunas regiones, pero hay un calendario de tratamientos con los que pueden controlarse si no es un año raro en factores medioambientales», destaca el científico.
Por el contrario, no hay fungicida ni método conocido que reduzca el progreso del patógeno una vez que el hongo colonizó la madera de la planta, según Gramaje, por lo que poco se puede hacer, más allá de intentar que el material de propagación vegetal sea de calidad y evitar que esos agentes penetren por las heridas de poda.
En Francia, las pérdidas en viñedo provocadas por las enfermedades de la madera -derivadas del arranque de las cepas, la replantación y la reducción de producción que conllevan- se estiman en un 12% cada año, unas 100.000 hectáreas y alrededor del «billón» de euros.
Sobre España, el investigador apunta que este mismo año podrían tener datos fiables del impacto económico gracias al proyecto WINetwork, pero adelanta que «iremos más o menos a la par que Francia», con una pérdida de cepas adultas de un 5%, aunque en algunos casos ha visto fincas donde se llega al 40-50 %.
los problemas no son sólo debido al cambio climático sino a un conjunto de factores, incluida la intensificación de la producción
Preguntado si el cambio climático explica el avance del mal que afecta a viñas de Europa, EEUU, Argentina, Chile, Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda y hasta de las nuevas potencias como China, afirma que no sólo ve este factor, sino un conjunto de ellos.
Recuerda que, a partir de los años 90, se introdujeron en España cambios en prácticas culturales y de manejo de viñedos, con la intensificación de la producción -se cambiaron parcelas «de vaso» a «espaldera»-; a su juicio, en muchos casos los viveros, tanto españoles como franceses o italianos, no vendieron material de primera calidad.
«También se han hecho cambios varietales que incluyen la introducción de nuevo material vegetal y de patógenos» y, en 2003, se excluyó de las listas de productos autorizados de la UE el único fungicida eficaz, al ser cancerígeno, explica.
En planta adulta, hoy sólo se permite recurrir a un fungicida, que se inyecta en las raíces, pero que «no tiene ningún efecto».
Para complicar el panorama, puede darse el caso de que plantas de vivero certificadas estén infectadas por los hongos de madera y «es complicado» cambiar la legislación para incluirlos a todos ante la magnitud del caso: hay más de 100 especies diferentes, alrededor de 60 en España, y unos son más prevalentes que otros en cada zona.
Conscientes del problema -sobre el que llevan años alertando organizaciones agrarias como Asaja, COAG, UPA o La Unión de Uniones-, las compañías de fitosanitarios analizan soluciones.
hay empresas que ya trabajan en fungicidas específicos, pero aún tardarán hasta 2019 en poder concluirlos
Basf, por ejemplo, ya ha iniciado la solicitud de registro ante las autoridades de la Unión Europea y España de un fungicida -que se aplicaría en las heridas de poda-; un largo proceso que podría concluir en 2019.
Con una inversión de más 250 millones de euros en este proyecto, antes de poder lanzarlo al mercado, la empresa confía en que se pueda controlar entre el 70 y el 80% de los casos, según la responsable de viña de la firma, Anna Pedró, aunque matiza que es imprescindible mantener las buenas prácticas culturales en los viñedos.
Las bodegas no sólo se juegan abultadas pérdidas en el corto plazo por la reducción de ejemplares y cosechas -afirman los expertos-, sino que, en muchos casos, pueden ver peligrar la producción de vinos exclusivos que hoy les aportan reputación e ingresos.