En su análisis, distinguieron dos tipos de carroñas: las derivadas de la ganadería extensiva, que dependen del azar, y los muladares, comederos artificiales predecibles.
Los resultados, que aparecen publicados en la revista Ecology, demuestran que el azar puede ser el mecanismo que dirija el mantenimiento de la diversidad de las aves carroñeras, contribuyendo a la coexistencia de las distintas especies.
"Nuestros resultados ofrecen nuevas pistas sobre la relevancia del azar en la distribución de los recursos tróficos para promover la diversidad de las especies y favorecer, por tanto, el funcionamiento de los grupos de aves o gremios", asegura la investigadora.
En concreto, en los muladares, donde el recurso se vuelve predecible, se rompen los procesos ecológicos y las relaciones positivas de facilitación entre especies.
Asimismo, la diversidad disminuye, no sólo porque bajan a comer menos especies, sino también porque predomina una de ellas: el buitre.
"Lo que encontramos es que estos pequeños carroñeros, aunque superan en número a otras especies en los muladares, comen menos porque tienen un menor acceso al alimento, ya que el número de buitres llega a triplicar al registrado en las carroñas naturales", agrega.
Los investigadores concluyen que conservar las aves carroñeras sobre la base de grandes muladares es "inadecuado", porque se pierde la funcionalidad del gremio.