Ha recordado que en un sólo año, en 2008, el ataque de los lobos ocasionó la muerte de 14 vacas adultas, además de heridas y estrés a todo el rebaño, con abortos e importantes descensos en la producción de leche, por lo que la empresa se vio obligada a actuar.
“Como tenemos certificación ecológica, nuestras vacas pastan al aire libre y al estar en el campo están más expuestas”, ha señalado Fernández-Armestos y “no podíamos meterlas en los establos, como hicieron otros ganaderos, para protegerlas de los ataques”.
La socia de Casa Grande de Xanceda colaboró hace años con una organización no gubernamental (ONG) en Namibia, donde los ganaderos, para proteger a sus reses del ataque de guepardos y leopardos, introdujeron burros entre el ganado.
Modelos similares en otros países
Investigaron el asunto y comprobaron que en Estados Unidos utilizaban la misma práctica para proteger a los animales de los ataques de coyotes y lo mismo en Suiza, en rebaños de ovejas contra el lobo.
El burro, con sus grandes orejas, detecta cuando acecha el peligro y, con sus rebuznos, que “se oyen a kilómetros de distancia”, alerta a los mastines y demás animales y el “ataque se hace más difícil”.
Además, este bucólico y tranquilo animal, con un “instinto de protección brutal”, se vuelve “muy agresivo”, de hecho, una coz de un asno puede hacer “mucho daño”.
Por eso, “nos pareció una forma simpática de darle un nuevo uso al burro, casi en peligro de extinción” y adquirieron una hembra y un macho jóvenes, que “aún tenemos, para que se integraran con las vacas y las vieran como su propio rebaño”, ha explicado Fernández-Armestos.
Ni un solo ataque desde que se tomaron las medidas
Además, adoptaron mastines de la perrera y vallaron diez hectáreas donde vacas, burros y mastines pasan la noche y el resultado ha sido que, desde entonces, “no hemos vuelto a tener ni un sólo ataque de lobo y hemos logrado una convivencia pacífica con la fauna local, en este caso, el lobo”, ha resaltado satisfecha.
La decisión adoptada por Casa Grande de Xanceda forma parte de su filosofía de respeto medioambiental y protección de la biodiversidad como granja ecológica desde 1960, mucho antes incluso de que existiera el certificado de agricultura biológica.
“Es cierto que nuestros clientes saben y valoran el trabajo que hacemos”, ha resaltado Fernández-Armestos, pero “cualquier otro ganadero que viva de los míseros precios que paga la industria láctea no puede hacer frente a este gran desembolso”.
Por ello, ha reclamado a las administraciones medidas de apoyo para poder costear y mantener el vallado, así como para hacer frente a los gastos extra que deben hacer frente al tener a burros y perros para evitar el ataque de los lobos.
“No hay ayudas para este tipo de cosas”, ha criticado la socia de Casa Grande de Xanceda. Ha asegurado que si se pusieran en marcha nuevas líneas de apoyo medioambiental para los ganaderos que, al fin y al cabo