La exposición crónica e indirecta a dosis muy bajas de imidacloprid, un pesticida neonicotinoide, sumada a la infección por ‘Nosema ceranae’, un parásito común de las abejas, tiene consecuencias letales para entre el 90 y el 100% de las abejas reinas.
Los efectos que esta interacción tiene en las reinas en condiciones naturales son más perjudiciales que los de cada factor por separado, según un estudio del Instituto Nacional de Investigaciones y Análisis de Francia (INRA) presentado este miércoles 31.
Para su trabajo, que duró dos años, el INRA crió 4 grupos de 10 reinas: uno alimentado por obreras expuestas al insecticida, un segundo expuesto al parásito, un tercero a ambos, y un cuarto sin exposición alguna.
Después se colocó a las reinas en pequeñas colmenas situadas en campos, de modo que pudiesen salir a aparearse y poner huevos.
Ante el incremento de la mortalidad de las abejas obreras, la fertilidad de la reina es esencial para la renovación de la población
Los resultados mostraron que la exposición a 0,7 puntos por pulgada de imidaclopird, dosis que una abeja en libertad podría recibir, así como la infección por ‘Nosema ceranae’, cambia la fisiología de las reinas y, en los dos experimentos llevados a cabo, entre el 90 y el 100 % de ellas perecieron en un periodo de 45 a 90 días.
En condiciones normales, las colonias de abejas domésticas (‘Apis mellifera’) están expuestas constantemente a múltiples factores nocivos, incluyendo pesticidas y patógenos, cuya acción conjunta se cree que es, en parte, origen del fuerte declive de las colonias.
«Ante el incremento de la mortalidad de las abejas obreras, la fertilidad de la reina es esencial para la renovación de la población y la supervivencia de la colonia», señala el INRA.
Sin embargo, el instituto indica que se ha constatando una mortalidad anormal en las reinas desde hace varios años, hasta el punto de que algunos apicultores las renuevan sistemáticamente para evitar perder sus colonias, cuando una reina sana vive 4 o 5 años.
Los resultados de este estudio «podrían explicar la pérdida de la capacidad de recuperación de la colonia, porque la desaparición de las abejas reinas implica el cese de la puesta de huevos y por lo tanto de la producción de nuevas obreras», concluye el INRA en su comunicado.
Los neonicotinoides, llamados insecticidas sistémicos y presentes en el néctar, el polen y otros productos de la colmena, han suscitado una gran controversia por su alta toxicidad en organismos distintos a los que se pretende atacar, como los polinizadores.
Hasta ahora la mayoría de los estudios se han centrado en la acción nociva de los plaguicidas y otros factores en las obreras.
Desde finales de 2013, una moratoria europea prohíbe su uso para la colza, el girasol y el algodón.
Se calcula que cada año mueren 300.000 colonias de abejas en Francia, según la Unión Nacional de Apicultura Francesa que asegura que la tasa de mortalidad de las abejas se sitúa de media del 30 %, aunque se eleva al 50 y el 80 % en algunas regiones.
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