Durante años había una creencia sobre el efecto negativo del riego en la calidad de la uva, que hizo que incluso hasta 1995 estuviera prohibido el riego en este cultivo, ha recordado el investigador.

     Según el estudio, el resultado del riego es que permite mejorar la calidad de la uva en los años más secos, ya que una aportación de riego "puede ser incluso beneficiosa", sobre todo, para la variedad tempranillo.

El déficit hídrico puede hacer que se resienta la vid y la calidad


     Las aportaciones de riego para la variedad tempranillo que se aconsejan están en torno a 1.500 metros cúbicos por hectárea, es decir, una cantidad deficitaria, que "no llega a cubrir las necesidades totales de la cepa".

     Con esta cantidad se puede llegar a incrementar un 20 o un 30 por ciento la producción de secano y "sin perjudicar la calidad o mejorándola", ha explicado.

    Y es que, según este investigador valenciano, un déficit hídrico severo puede hacer que se "resienta la producción desde luego, pero también la calidad" de la uva.

      El estudio, que se basa en datos aportados por estudios anteriores realizados por investigadores extremeños en la finca La Orden-Valdesequera, se completa con unas "fórmulas sencillas" que permite aconsejar al viticultor sobre la cantidad y el momento adecuado para el riego de la vid.

     En opinión de Intrigliolo, al contrario de lo que se ha venido pensando hasta ahora, el mejor momento para el riego es en julio y en agosto, ya que durante la primavera la planta se nutre con la humedad de la primavera.

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