EFE.- Gabino Sánchez Pérez (Alicante, 1974) es el responsable del Laboratorio de Bioinformática del «Plant Research International» (Investigación Internacional de Plantas) de la Universidad de Wageningen, en la ciudad holandesa del mismo nombre, y dirige un grupo de quince investigadores que ha protagonizado la investigación en colaboración con el Instituto de Genómica de Pekín (BGI).

Sánchez Pérez ha revelado a EFE que el primer paso fue la secuenciación de un genoma de tomate que se inició hace cerca de una década a partir de la llamada variedad «Heinz», que usa la conocida marca comercial estadounidense para la elaboración del ketchup.

Según el bioinformático alicantino, el genoma del tomate es tres veces más pequeño que el humano y la investigación sobre el tipo «Heinz» permitió obtener un mapa de referencia de cómo está organizado un tomate al nivel genómico.

Ahora, el objetivo es conocer las características genéticas de los distintos tomates y poder compararlos entre sí para explicar las diferencias en cuanto a forma, tamaño, sabor y ritmo de maduración de la planta, entre otros criterios.

El trabajo para descifrar el genoma de los 150 tipos se ha desarrollado durante cerca de un año gracias a un consorcio internacional formado por instituciones públicas y empresas productoras de tomates de diferentes países como Estados Unidos, China, Tailandia, la India, Francia y España.

Los consorciados pasan a disponer de una completa base de datos para poder mejorar de forma relativamente sencilla y mediante cruces (no mediante transgénicos: prohibidos en la UE) las variedades que comercializan.

De esta manera, pueden comparar las tipologías para conseguir un tomate «a la carta» que adquiera un mayor valor comercial, por ejemplo, acentuando su color más o menos rojo, crujiente, dulce y con valores antioxidantes.

«Este conocimiento aplicado supone una clara ventaja competitiva en el mercado, ya que el productor puede llegar antes al consumidor y con más calidad», ha destacado Sánchez Pérez.

Además del responsable del laboratorio holandés, la participación española corresponde a dos empresas catalanas productoras de semillas, «Semillas Fitó» y «Ninsar».

Entre las variedades escogidas de todo el mundo están el tomate canario (Moneymaker), la Rochapea de Pamplona o el cherry negro.

La bioinformática es una novedosa disciplina que utiliza herramientas informáticas para asimilar la enorme cantidad de información y tratar de entender los complejos procesos biológicos, ha relatado el experto.

Además de la aplicación concreta del tomate, la idea es extender este concepto a otros muchos productos agrarios que actualmente están siendo estudiados y con interés comercial, como el melón, la patata, la cebolla y el azafrán.

Sánchez Pérez estudió Química en la Universidad de Alicante y después cursó Bioquímica en la Autónoma de Madrid.

Tras trabajar en Halifax (Cánada) y en Utrecht, recaló en la Universidad de Wageningen, una institución centrada en la investigación agraria desde todos sus puntos de vista.

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