Dicen que hasta el mejor escribano echa un borrón. Y si, como es el caso, uno es un simple escribano, los borrones son más una tónica que una excepción. Y es que el pasado miércoles cometí la equivocación de dar por cierta una información que no lo era. La propuesta en la Comisión de Agricultura del Congreso en la que se instaba al Gobierno a modificar la normativa para evitar la ‘venta a pérdidas’ no se aprobó, tal y como señalamos nosotros, sino que fue rechazada.
Aunque hubo un error en el origen de la información (posiblemente se dio por hecho una votación antes de realizarse) lo cierto es que el error es nuestro por no haberlo contrastado y no ver una posterior rectificación de la agencia que proporcionó la noticia. Por eso, pedimos perdón por este error (ya subsanado).
Pero, por desgracia, mientras que nosotros pedimos perdón y esperamos la benevolencia de nuestros lectores, lo que no se va a subsanar es el ‘error’ de nuestros políticos. Y es que la venta a pérdidas es una preocupación lo suficientemente grave para el sector agrícola como para que no se puedan poner de acuerdo no ya todos los partidos, sino ni siquiera los de la oposición para forzar un cambio en la normativa y endurecer las sanciones a las empresas que realicen este tipo de ventas.
Los intereses partidistas de cada formación de querer imponer sus enmiendas y la falta de cintura para saber negociar entre ellos el mejor texto ha propiciado que, al final, todo haya quedado en un intento fallido de Proposición No de Ley.
Es cierto que el Magrama y la AICA están haciendo una buena labor en esta materia, pero una propuesta como la que se podría haber presentado podría haber dado más argumentos para actuar contra la venta a pérdidas, sobre todo en las sanciones y en agilizar la tramitación de las mismas. Pero (y ya que empezamos este artículo con un refrán) la idea no ha acabado bien. Entre todos la mataron y ella sola se murió.