En los años 70, Colón formó parte de ese movimiento médico y social que se rebelaba contra lo que hasta entonces era lo habitual: tener encerrados en los psiquiátricos a estos pacientes.

     La reforma psiquiátrica iniciada hace cuatro décadas trataba de sacar de los hospitales a los enfermos mentales y que se creara una estructura empresarial para ofrecerles puestos de trabajo y "si eso se podía hacer en la naturaleza había un plus", señala a Efeagro.

     Cristóbal Colón fundó en los años 80 La Fageda, empresa agrosocial pionera en España en la comarca catalana de La Garrotxa, que hoy en día da trabajo a más de 160 personas con certificado de discapacidad y a 124 profesionales.

     Elaboran 45 millones de yogures (con la leche de su propia granja), cuenta con un vivero forestal (vende a toda España) y cultiva hortalizas y frutas para conservas y mermeladas.

     Y es que el trabajo es fundamental para devolver a los enfermos mentales a la sociedad, aseguran los psicólogos, psiquiatras y monitores de talleres ocupacionales agrarios consultados por Efeagro.

     En este sentido, subrayan que el entorno natural, el contacto con la naturaleza, es una de las mejores terapias de rehabilitación; representa mejor que ninguna otra el ciclo de la vida y cómo aprender rutinas relacionadas con la puntualidad, la higiene y el esfuerzo al trabajo que la enfermedad les arrebató.

Evitar el lastre de la enfermedad en sí misma


     Conscientes de que la enfermedad no se puede "curar" al cien por cien, los profesionales que trabajan con ellos tratan de que pierdan la losa que, en ocasiones, supone la estigmatización social de enfermo mental, además del lastre de la enfermedad en sí.

    La psicóloga de la Fundación Ramón Rey Ardid (Aragón), Teodora Gómez, hace hincapié a Efeagro en que lo que hacen es "apelar a su parte sana", estimularla y que "pese más que la parte enferma".

    Gómez, coordinadora del programa de rehabilitación laboral en el centro de La Alfranca (en Pastriz, Zaragoza) donde producen, envasan y comercializan hortalizas ecológicas, explica que, a pesar de que son personas "altamente vulnerables al estrés", el nivel de riesgo de que tengan crisis es menor en el campo.

    En el taller, desde hace más de 20 años, apuestan por la recuperación de la tierra como espacio de rehabilitación; trabajan sus capacidades, se les devuelve la autoestima y se recupera su actitud al esfuerzo y al trabajo.

     "El campo es muy pedagógico, representa el ciclo de la vida", resalta Gómez; es muy didáctico, por ejemplo, ver cómo cosas "inútiles" del campo, como hojas secas, cáscaras de huevo o deshechos agrícolas son fundamentales para elaborar compost, que es esencial para nutrir la tierra.

     Con ello, detalla, los enfermos mentales que llegan a verse como una carga para la sociedad interiorizan que ellos pueden hacer cosas útiles; se sienten capaces, recuperan su autoestima y se consideran válidos para trabajar en empresas agrosociales, sin ánimo de lucro pero económicamente viables, en las que lo más importante es que los empleos se adaptan a las capacidades de la persona y no al revés.

     La agricultura o la ganadería juegan un papel determinante, porque "el campo tiene su propio ritmo y se adapta más a las personas que los trabajos que podemos encontrar en actividades más industriales o en un entorno urbano", precisa a Efeagro el director de Emaús, José Manuel Gómez.

     Esta Fundación Social, con presencia en Vizcaya desde los años 70 y que desde 2008 colabora con el Hospital Psiquiátrico de Zamudio, puso en marcha Bioeskolabbk, un proyecto de horticultura ecológica, de venta directa y que ofrece oportunidades de empleo a un grupo de personas derivadas del hospital.

     Su fórmula es adaptar los recursos al nivel de empleabilidad de las personas, porque "los problemas de salud mental pueden afectar a tus capacidades de trabajo; por ello hay que dar a cada persona una ocupación que se ajuste a sus capacidades reales", destaca Gómez.

    Pero lo más relevante de este proyecto, además de que es un proyecto económicamente sostenible, sin ayudas públicas, es que el trabajo manual, en un entorno natural, "aportan un plus a las personas con enfermedad mental", resalta.

    La satisfacción de ver que sus productos tienen salida en el mercado, que son apreciados por los consumidores, añade, hace que el trabajo en el campo, que es duro, se vea de otra manera.

     Los "chavales", como llama Isidro Galán, monitor del huerto ecológico del Centro de Discapacitados Don Orione en Posada de Llanes (Asturias), a las personas que cultivan las verduras eco, autoabastecen al centro de las hortalizas que precisan para los cerca de 300 menús diarios.

     Además, un porcentaje de su producción se vende al estrella Michelin asturiano José Antonio Campoviejo, gran defensor de la producción ecológica, que adquiere sus productos hortícolas para su restaurante por su "gran calidad, sabor y frescura". Según Galán, Campoviejo, al visitar este huerto afirmó: "Veo felicidad."

    Qué mejor premio "a nuestro trabajo, que parte de las verduras que cultivamos se las vendamos a un estrella Michelín que sólo quiere lo mejor. Para los "chavales es una gran satisfacción, que valoren el trabajo que hacen y que se vean sus frutos", dice.

     La agricultura social supone una vuelta a muchos valores: humanos y económicos; apela a la solidaridad, al trabajo en equipo y a las relaciones respetuosas, pero con proyectos innovadores, de productos de gran calidad y salida comercial, con técnicas también respetuosas con el medio ambiente: una agricultura sostenible.

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