Un año más que llegó a su fin, y otra edición más que comienza, aunque con un clima poco “soleado” para la economía española donde por desgracia sus mayores peculiaridades son el elevado desempleo, la desconfianza interna, la incertidumbre y la dependencia de los mercados, así como los buenos resultados cosechados en el comercio internacional (exportaciones), actuando éste como un salvavidas para la recesión.
El año que finaliza ha estado repleto de actuaciones para tratar de paliar la grave enfermedad que sufre España, ya que cuanto más se tardara en “meter mano” a este paciente más se agravaría el daño sufrido y más complicada sería la rehabilitación (recuperación). El pasado año termina marcado por la austeridad y el ajuste, un año donde el término más pronunciado ha sido “recorte”, término implantado en el ámbito sanitario y educativo, algo novedoso e impensable en tiempos pasados, sin olvidar que para recetar una adecuada medicina debe realizarse un profundo análisis y chequeo de lo que sucede al enfermo.
La base fundamental del diagnóstico es que cuando se gasta mucho más de lo que realmente se ingresa, algo no funciona correctamente ya que hay una clara descompensación y éste es un principio elemental que debe tenerse muy presente tanto para la economía doméstica como nacional. Hay que poner freno ya que este desfase a gran escala lleva a un endeudamiento masivo, cuya causa es el gran déficit que actualmente acecha a España, que requiere de un gran sacrificio y compromiso para lograr el equilibrio y la estabilidad.
Especial atención merece en esta época la confianza a todos los niveles tanto del ciudadano de a pie, siendo consumidor de bienes y servicios, como de los inversores que adquieren deuda española, ambos con sus particularidades y desde la posición que a cada uno le pueda corresponder. Los ciudadanos demandando y consumiendo menos cantidad de productos debido a la pérdida de poder adquisitivo ocasionada por subidas de impuestos, reducción de salarios, pago de servicios, y los segundos (inversores) por la inseguridad de invertir en un país cuya imagen es poco proclive a la tranquilidad como bien da a conocer una “prima” (de riesgo) que se ha instalado permanentemente en la sociedad española, y que un día sí y otro también muestra su evolución.
Es posible la convivencia del rigor, sentido común, contención, responsabilidad, esfuerzo, austeridad, supervisión junto a crecimiento, crédito, liquidez, formación, investigación, consenso, eficiencia, desarrollo, flexibilidad, unión, innovación, porque no debemos olvidar que está en juego el bienestar de muchas personas y el presente de hoy es la base y el inicio del mañana para otros, y las respuestas de las economías a las reformas aplicadas conllevan su tiempo.
El ajuste y los mercados en solitario no deben ser las piezas esenciales para que en este año venidero el país comience a dar síntomas de “rehabilitación” y pueda caminar por sus propios medios hacia la senda del empleo y la creación de riqueza, porque si se atiende únicamente a cumplimientos estrictamente numéricos la recaída y el efecto contagio puede ser mayor.
Sí se puede y es posible prosperar, siempre que el ajuste se acompañe de eficaces y sólidas políticas de reactivación – estimulación, puesto que es época de sentar los cimientos y tener visión de futuro basando el crecimiento en nuevos sectores, técnicas, fórmulas, ideas, actuaciones, estrategias, ya que como bien apuntaba el gran Albert Einstein: "en tiempos de crisis la imaginación es más efectiva que el intelecto" .
Mis mejores deseos a todos los hogares para este año 2013.