José María Fresneda / Secretario General de ASAJA de Castilla-La Mancha
Parece evidente que sin un cambio de modelo productivo hacia una mayor tecnificación y digitalización no va a ser posible seguir produciendo alimentos para cumplir con las demandas económicas, ambientales, legislativas y sociales cada vez más implantadas. Por eso, la siguiente revolución del campo, tras la fuerte modernización y mecanización que ya ha afectado al sector, será la revolución digital.
El sector agroalimentario es un sector estratégico clave para la economía y deberá enfrentarse a importantes retos en los próximos años. Entre ellos, la agricultura y la ganadería del siglo XXI deben responder a las demandas de una sociedad preocupada por el cambio climático, la sostenibilidad y el bienestar animal, la escasez de recursos naturales, la despoblación de las zonas rurales y la seguridad alimentaria, entre otros.
En este sentido, en el campo juega un papel fundamental el I+D+i, (Investigación, desarrollo e innovación), pues además de dar respuesta a esas demandas, debe enfrentarse al reto de mostrarse como un sector atractivo para los jóvenes y permitir a los agricultores aumentar la productividad, reducir los costes y mejorar la rentabilidad y viabilidad de sus explotaciones.
La implantación de tecnologías como el IoT, (Internet de las cosas; en inglés, Internet of Things), el big data (macrodatos) o el blockchain (cadena de bloques) permite muchos avances.
Así, por ejemplo, la implantación de sensores en suelo, ambiente, plantas o animales permite conocer todo momento si la los cultivos les falta agua o necesitan más fertilizantes. Detectan una plaga en su estado inicial, con el consiguiente menor uso de pesticidas. Captan el momento del celo o del parto en el ganado. Esta tecnología, denominada IoT, permite una anticipación en la toma de decisiones gracias a que sabemos en todo momento cómo está la plantación o el animal, además de hacer más eficiente el uso del agua, de los productos agroquímicos o de los antibióticos.
Los sensores emiten datos que son analizados en diferentes aplicaciones informáticas que permiten una mejor gestión en cuanto a cuándo fertilizar, regar o recolectar. La analítica de datos o el big data facilitan, en definitiva, predecir cosechas y analizar su impacto en el mercado.
Los diferentes eslabones de la cadena agroalimentaria también se verán beneficiados de los avances tecnológicos. En este sentido, se dará una respuesta más acorde a las exigencias de calidad e información del consumidor. Por ejemplo, mediante códigos QR (un código de barras bidimensional cuadrada que puede almacenar los datos codificados) se proporciona toda la trazabilidad del producto: nos cuentan qué raza tiene la carne del animal que está en el supermercado, cómo se ha criado, qué ha comido y si ha pastado.
La transformación digital está avanzando en todos los eslabones de la cadena, industria, distribución… aunque todavía es incipiente en el productor. Pero si algo ya ha demostrado este sector es que está sobradamente preparado para adaptarse a los nuevos tiempos.
Para que el sector productor apueste firmemente por las nuevas tecnologías, hay que tener en cuenta algunas barreras, como la falta de conectividad y conexión a internet en muchos pueblos de España. Casi el 10% de la población española está desconectada. En 2019, según los datos de un informe del INE para el Ministerio de Industria, casi 5 millones de personas son huérfanas del ADSL, en España, es decir que o no tienen Internet o no tienen una conexión superior a los 2 megas.
El informe del Ministerio también nos cuenta que esta situación que afecta a 5 millones de personas no va a mejorar en los próximos 3 años. Las zonas blancas, es decir, aquellas que como decimos no tienen cobertura o la tienen inferior a los 2 Megas agrupan a 50.000 pueblos de la zona de Galicia, Aragón, el área pirenaica, Castilla y León y, cómo no, Castilla-La Mancha.
Por otro lado, hay que tener en cuenta el elevado envejecimiento de la población, pues supone un grave problema en el medio rural, no solo por edad y por brecha generacional, sino por la necesidad de acometer determinadas inversiones a las que los más mayores pueden no estar dispuestos, como un ordenador o un smartphone (teléfono inteligente).
Y es que existen tres realidades en el sector: los agricultores que no utilizan nuevas tecnologías; los que utilizan herramientas de monitorización en la gestión de su explotación, pero no interactúan; y lo que utilizan tecnología punta para realizar tareas agrarias, como el uso de drones.
Por este motivo, es muy importante que la transformación digital se adecúe al modelo de agricultura y alimentación mayoritario en España y en Europa, y no al revés, y así no discriminar a muchos agricultores y ganaderos que carecen de conocimientos y destreza en gestiones digitales, sobre todo los de más edad.
De ahí que, cuando recientemente la Consejería de Agricultura ha impuesto a los ganaderos castellano-manchegos tener un ordenador, conexión a internet suficiente y un certificado digital para poder consultar sus ayudas de bienestar animal, o bien tener que desplazarse a la Oficina Comarcal Agraria que le corresponda, desde ASAJA Castilla-La Mancha salimos en defensa de esos ganaderos. Y, por ello, pedimos que no se imponga de esa forma el acceso a las nuevas tecnologías en el sector agropecuario y, por el contrario, se facilite su progresividad para que los agricultores y ganaderos puedan adaptarse a la transformación digital.
No obstante, y para ir terminando, en el mundo agrario va a haber un antes y un después. En palabras del Presidente nacional de ASAJA, Pedro Barato, el sector agropecuario, «es un sector estratégico dentro de la sociedad. Podemos vivir sin un vehículo, sin aire acondicionado, pero no sin alimentarlos». Ante este escenario, resulta evidente que el sector agrario se adaptará progresivamente a la era digital y demostrará, como lo ha hecho siempre, su capacidad de adaptación a los nuevos tiempos y mercados. Y así se hará la nueva revolución agrodigital.