Diversificar los cultivos, multiplicar las posibilidades. Esta es la visión tras CROPDIVA, un consorcio científico en el que participa el Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA) que pretende relanzar la explotación de seis cultivos herbáceos en la agricultura europea. Se trata de la avena, la cebada pelada, el triticale, el alforfón, las habas y el altramuz: especies que atesoran interesantes rasgos agronómicos y alimentarios, pero que actualmente se etiquetan como cultivos huérfanos. Este adjetivo alude a una presencia cada vez más marginal tanto en los supermercados como en el campo, en los que dominan el trigo, el arroz y el maíz.

«Hay una pérdida importante de biodiversidad en el paisaje rural europeo, y eso daña gravemente el equilibro del medio ambiente», apunta Marta da Silva, jefa del Programa de cultivos extensivos sostenibles del IRTA. Los grandes monocultivos de cereales generan problemas como son una mayor susceptibilidad a enfermedades y plagas, el empobrecimiento de los suelos (y la consiguiente dependencia de los fertilizantes) o el desplazamiento de otras especies del ecosistema. Para dar respuesta al oligopolio, CROPDIVA quiere reinsertar los seis cultivos en el circuito productivo con dos objetivos estratégicos: mejorar la agrobiodiversidad y crear nuevas cadenas de valor local.

Para reconquistar agricultores y consumidores, se debe antes avanzar en el conocimiento de estos cultivos, por ahora poco estudiados. El proyecto, iniciado en septiembre de 2021 y cuyo fin se prevé para 2025, aglutina 27 socios de toda Europa en una investigación holística, que abarca desde la genómica hasta el márquetin.

Las primeras fases se centran en los ensayos de campo, hechos en múltiples zonas agroclimáticas, con el objetivo de explorar el potencial genético de las plantas. En la selección de los cultivos huérfanos ya se buscó que contaran con características vinculadas a algunas propiedades nutricionales, que fuesen resilientes al estrés biótico y abiótico y/o que se adaptaran bien a diferentes medios y procesados. En el IRTA, donde ya se ha hecho la primera siembra, se testarán variables como la tolerancia a la sequía de la avena, la fecha de floración de las habas o la resistencia de las semillas de alforfón. A partir de los diferentes experimentos y con la ayuda de modelos matemáticos y estadísticos, se identificarán los rasgos y las variedades más interesantes para los productores.

Además, la mejora también yace en los efectos ecológicos de los nuevos cultivos. Las flores ricas en néctar del alforfón (un reclamo para los polinizadores), el menor uso del agua de la cebada pelada en relación con otros cereales o la capacidad de fijar nitrógeno por parte de las habas son algunos ejemplos de las oportunidades para mejorar la sostenibilidad de los cultivos.

En este sentido, CROPDIVA también ensayará nuevos sistemas de cultivo para reaprovechar estos valores añadidos. Concretamente, el IRTA evaluará la asociación (intercropping) de triticale con guisantes y con habas, un modelo en el que la leguminosa puede actuar como fertilizante natural para el cereal gracias a que ésta capta el nitrógeno del aire. Como en este caso, para cada cultivo se estudiarán las combinaciones más óptimas en cada región, que se compararán con el rendimiento de los monocultivos.

«Se trata de explorar la riqueza y la interacción de los cultivos y sacar de ellos las mejores herramientas para los agricultores, a quien tantos años produciendo solo trigo ha provocado desconocimiento y resistencia al cambio», resume la investigadora Da Silva. De esta manera, todos los resultados se plasmarán en un sistema de apoyo en la toma de decisiones, una plataforma para facilitar la gestión integrada y sostenible de los cultivos.

ATRACTIVO COMERCIAL

El segundo bloque del proyecto se dedicará a dotar a los seis cultivos huérfanos de valor comercial a partir de desarrollar productos innovadores, seguros y saludables. Panes sin gluten, análogos cárnicos, bebidas vegetales en polvo o pastas serán algunas de las salidas alimentarias. Recientemente, el IRTA ha adquirido un equipo para la extrusión húmeda y ya está realizando pruebas preliminares con extrusionados vegetales para los sustitutivos de la carne.

«En el mercado hay una demanda creciente de este tipo de productos, y se trata de darles respuesta con cultivos de más calidad, más sostenibles y más locales», defiende el jefe del programa de Calidad y tecnología alimentarias del IRTA, Pere Gou. Hacerles un lugar en las listas de la compra y competir en términos de atractividad y precio será uno de los principales retos de CROPDIVA. Por eso, la estrategia se apoyará en estudios de viabilidad económica, modelos de negocio y comportamiento de los consumidores que hagan plausible la construcción de nuevas cadenas de valor en beneficio de productores y compradores de toda Europa. Además, el IRTA también trabajará en la creación de una bandeja vegetal, fabricada a partir de los residuos del procesado de los cultivos y diseñada para el envasado de alimentos.

El proyecto CROPDIVA para estos cultivos huérfanos fue aprobado por la Comisión Europea como parte del Programa Horizon 2020. El consorcio cuenta con expertos de 12 países y 27 universidades, institutos de investigación y empresas implicadas en toda la cadena agroalimentaria, bajo la coordinación de la Universidad de Gante (Bélgica).

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