Las regiones rurales representan el 80% de todo el territorio de los países de la OCDE y son el hogar de 30% de la población. La mayoría de estas personas vive cerca de centros urbanos, mientras que sólo el 8% reside en zonas rurales remotas. Sin embargo, muchas regiones rurales están en declive, pese a las oportunidades que tienen para impulsar el crecimiento, aprovechar los recursos naturales y suministrar la energía que nuestros países necesitan ahora y en el futuro. Ha llegado el momento de revertir esta situación.

Un nuevo informe de la OCDE, Reinforcing Rural Resilience, muestra que la brecha económica entre las regiones rurales y urbanas se ha incrementado desde la crisis financiera de 2008. En promedio la tasa de crecimiento del PIB en las zonas rurales has sido 5 punto porcentuales inferior a la de las zonas urbanas en los países de la OCDE.

Las zonas rurales también están en desventaja en otras dimensiones como el acceso a las infraestructuras físicas y digitales, la educación y los servicios de saludo. Por ejemplo, aproximadamente un tercio de los hogares rurales no dispone de acceso a banda ancha de alta velocidad. Además, sólo 7 de 26 países de la OCDE garantizan una cobertura de al menos el 80% de los hogares rurales con este tipo de conexión.

En cuanto a la atención sanitaria, el acceso a un centro de salud ubicado a menos de 20 minutos en coche es 10 puntos porcentuales inferior en regiones rurales cercanas a las ciudades y 20 puntos inferior en regiones rurales remotas en comparación con las zonas urbanas. Estas brechas eventualmente se traducen en peores indicadores de salud. La calidad educativa es inferior en zonas rurales, en torno a 42 puntos porcentuales en los resultados PISA de lectura, lo que equivale a más de un año de escolarización.

En el caso de España, estas brechas también existen, aunque de menor calibre. Por ejemplo, la diferencia en el acceso a la banda ancha de alta velocidad entre regiones urbanas y rurales cerca a las ciudades es la cuarta más baja en la OCDE, y la octava más baja entre las regiones remotas. Incluso, las zonas rurales de España superan la media de la OCDE en cobertura de la banda ancha. En los resultados PISA de lectura, la brecha entre zonas urbanas y rurales en España es de solo 7 puntos porcentuales, y en el acceso a centros sanitarios, España se sitúa en promedio de la OCDE.

En algunos países, estas brechas están alimentando a un creciente sentimiento de desconexión y frustración en las comunidades rurales. Algunos observadores ya alertan sobre el aumento del descontento rural como un desafío emergente para la cohesión territorial y social.

UNA TIERRA DE OPORTUNIDADES

Sin embargo, las regiones rurales tienen un gran potencial. Y algunas ya lo están demostrando. En Alemania, Portugal y Suiza, el PIB de las regiones rurales creció más rápido que el de las urbanas entre 2001 y 2021. En España, las regiones rurales casi igualaron el crecimiento de a las zonas urbanas con una diferencia de sólo 0,1 puntos porcentuales.

En términos de PIB per cápita, en 16 países de la OCDE, incluida España, las regiones rurales registraron un crecimiento superior al de las urbanas durante ese mismo periodo. Además, en 6 países (Países Bajos, Portugal, Austria, Estonia, Japón y Letonia), más del 70% de las regiones rurales superaron la media nacional de crecimiento del PIB per cápita.

Por tanto, ha llegado el momento de no solo enfocarse en los desafíos de las zonas rurales sino también en las oportunidades que ofrecen. Debemos reconocerlas como activos estratégicos para el crecimiento nacional y como parte de la solución a muchos de nuestros retos cotidianos, en lugar de verlas únicamente como territorios en dificultad. Para lograrlo, es fundamental considerar los distintos roles que pueden desempeñar en nuestras economías.

RECONOCER LA DIVERSIDAD RURAL ES CLAVE

Las regiones rurales no son homogéneas y reconocer su diversidad es esencial para diseñar políticas eficaces. Por ejemplo, las regiones rurales situadas cerca de las ciudades pueden complementar el crecimiento urbano, ofreciendo espacio para viviendas y promoviendo sectores de alto valor añadido, como los servicios digitales y la manufactura, que impulsan la innovación y el empleo.

En cambio, las zonas rurales remotas pueden desarrollar ventajas competitivas en sectores estratégicos, como la extracción de materias primas y las actividades primarias (por ejemplo, la agricultura sostenible, la silvicultura, etc.). También pueden aprovechar sus recursos naturales para producir energía renovable y atraer un turismo basado en la naturaleza. En la OCDE, el 63% de la energía renovable se genera en regiones rurales, de las cuales el 36% proviene de las zonas más remotas. Además, el 20% de los empleos en zonas rurales son empleos verdes.

Para aprovechar su potencial, las políticas públicas deben fortalecer los vínculos entre áreas urbanas y rurales, mejorar las competencias en las zonas rurales y ampliar la conectividad digital Esto debe de ir acompañado de inversiones en infraestructuras, acceso a la financiación y una gobernanza eficaz a nivel local y regional.

SOLUCIONES PARA ESPAÑA

En los últimos años, España ha promovido el desarrollo rural mediante diversas iniciativas, entre ellas la Estrategia Nacional frente al Reto Demográfico, la PAC de la Unión Europea y el Programa LEADER, con el objetivo de aprovechar el momento de revertir su situación y afrontar la despoblación. No obstante, se prevé que la despoblación y el envejecimiento de la población se acentúen en muchas regiones y zonas rurales de la OCDE en los próximos años, por lo que revertir estás tendencias puede no ser realista.

Esto, sin embargo, no implica que España deba abandonar sus esfuerzos. Las políticas con doble enfoque que apoyan a las regiones rurales a aprovechas nuevas oportunidades y, al mismo tiempo, refuercen su atractivo mediate mejores servicios públicos e infraestructuras, pueden mejorar la calidad de vida de quienes ya residen en zonas en proceso de reducción demográfica.

Programas como los Centros Territoriales de Innovación, el Programa Campus Rural y la iniciativa Smart Villages en Extremadura son pasos importantes en la dirección correcta.

Al mismo tiempo, es importante que también se realicen estrategias e inversiones para ayudar a zonas rurales en adaptarse a un futuro más pequeño, lo que implica redimensionar infraestructuras y consolidar servicios públicos en lugar de intentar preservar el tamaño anterior de una comunidad. Adaptarse de forma realista y planificada a un futuro más reducido puede ser clave para garantizar la sostenibilidad de estos territorios.

Las regiones rurales no son reliquias del pasado: son esenciales para nuestro futuro. Pero para aprovechar todo su potencial, es necesario ir más allá de un enfoque único. Apoyar a las comunidades rurales implica reconocer su diversidad, invertir en lo que las hace únicas y prepararlas para las realidades del cambio demográfico.

Es el momento de revertir su situación ya sea mediante la digitalización y la innovación digital, el fomento de empleos verdes en zonas remotas o la implantación de infraestructuras inteligentes en ciudades en declive; el camino a seguir consiste en dotar a las zonas rurales de las herramientas necesarias para prosperar en sus propios términos. Es hora de reforzar la resiliencia rural.

(Texto: José Enrique Garcilazo)

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