Está causada por una bacteria que se manifiesta por el moteado asimétrico de las hojas y su posterior amarilleo, así como por la atrofia de los frutos y un sabor amargo de estos. El árbol dañado ya es irrecuperable y por tanto es una enfermedad destructiva que ha provocado la muerte de millones de plantas en todo el mundo.

   Pese a no haber entrado afortunadamente en territorio europeo el riesgo de la misma es creciente y por ello hay que evitar por todos los medios su propagación. Se ha declarado ya enfermedad de cuarentena por la Unión Europea, pero hay que plantearse medidas más restrictivas que impidan que nos llegue algún tipo de material vegetal de las zonas afectadas, ya sea en forma de varetas para injertos o de plantones. No existe a juicio de LA UNIÓ un protocolo de actuación específico en la UE para evitar su proliferación ni investigaciones o presupuesto con fondos comunitarios al efecto.

    En este entido, Ramón Mampel, secretario general de LA UNIÓ de Llauradors, señala que “una enfermedad nueva de este tipo que entre en nuestros cítricos podría ser letal e irreparable para un sector y unos agricultores muy afectados por los bajos precios y las adversidades climatológicas. Cualquier esfuerzo al respecto es poco y por ello se debe prevenir antes que curar porque el enfermo iría directamente a la UCI y la sanación sería harto complicada pues por el momento no hay métodos de control, ni especies o árboles resistentes”.

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