Rubén Villanueva / Responsable de comunicación de COAG y Jefe de Prensa del Foro para el impulso de la transformación digital en el sector agroalimentario (DATAGRI)
No son héroes. Son agricultores y ganaderos profesionales que, aparte de leche y patatas, llevan décadas cultivando tres variedades ricas en compromiso: el esfuerzo, el sacrificio y la humildad. Soportando en la mayoría de los casos más obligaciones que derechos y una denostada imagen social. Las cifras nos dicen que, por edad, 6 de cada 10 forman parte de ese grupo de riesgo que puede tener complicaciones si se contagia de COVID19.
Sin embargo, producir alimentos en tiempos de confinamiento no te hace mejor persona ni más valiente. Te convierte, por decreto, en trabajador de una actividad esencial como si durante los últimos 10.000 años de la humanidad no lo hubieses sido. Esencial, «aquello que constituye la naturaleza de las cosas, lo permanente e invariable de ellas». Siempre han estado ahí, con sus manos, azadas y tractores pero, como dice Yuval Noah en su célebre ensayo «Sapiens» , «la historia es algo que ha escrito muy poca gente mientras que todos los demás araban los campos y acarreaban barreños de agua».
Durante 6 semanas han sido parte del relato por las históricas tractoradas en grandes ciudades y principales autovías. Ahora devuelven el masivo apoyo social a la legítima reivindicación de unos precios justos, desinfectando con sus tractores y equipos las calles de miles de pueblos de toda España. Una crisis sanitaria provocada por un virus obligó a suspender el proceso de movilizaciones de los #AgricultoresAlLímite. Una crisis sanitaria provocada por un virus ha devuelto a la agricultura ya la ganadería su esencialidad, en un momento en el que la sociedad está al límite. Bofetadas de realidad de la naturaleza que, en más de una ocasión, más que madre es madrastra.
Cuando todo vuelva a la normalidad
Es un hecho que en momentos de crisis y emergencias sanitarias volvemos a los básicos. Salud, seguridad alimentaria, sanidad pública, el hit «Resistiré» del dúo dinámico, la solidaridad, el reconocimiento del otro, los aplausos, el respeto a nuestros mayores, la ternura o el cuidado. Y ese estribillo del «Moving» de Macaco; «volver al origen no es retroceder, quizá sea andar hacia el saber».
La pandemia global nos ha hecho recular en lo sanitario, y olvidarnos de nuestras fantasías de inmunidad, y en lo agroalimentario nos ha ayudado a desterrar ese suicida mantra de la UE de principios de siglo: no importa desmantelar nuestro tejido productivo, nos abasteceremos de alimentos de terceros países a bajo precio. Depender del exterior para alimentarnos no es un buen negocio. Deslocalizar toda la producción industrial al sudeste asiático tampoco. Hemos tenido que poner 2 metros de distancia para volver a tener dos dedos de frente. Las élites intelectuales y económicas de la Escuela de Chicago han pasado demasiado tiempo especulando en bolsa con el precio de un kilo de trigo sin apenas conocer su valor. Nuestros mayores, esa generación que ahora está muriendo terriblemente sola, nos lo han repetido desde niños hasta la saciedad: con las cosas de comer no se juega.
Quizá hayamos dado con la tecla para actualizar nuestras prioridades cuando ganemos la batalla al coronavirus. En ese momento, pulse F5 y actualice su visión sobre los hombres y mujeres del campo. Instale una nueva versión sobre el carácter estratégico del sector agrario. Apague su individualismo y reinicie el trabajo en equipo. Todo irá bien, si bajamos de vez en cuando de la nube, y miramos al futuro con los pies en la tierra.
(meimportaunpimientosite.wordpress.com)