Jose Manuel De Las Heras / Coordinador Estatal de Unión de Uniones
El día 15 de mayo, mismo día de San Isidro Labrador, patrón de todos los que trabajamos el campo, la Comisión Europea proclamaba, de manera oficial, el 21 de mayo como Día Europeo de la Red Natura 2000.
Más de 27.000 sitios protegidos, que representan por encima del millón de kilómetros cuadrados, forman esta gran red europea Natura 2000 de la que se empezó hablar el mismo 21 de mayo de 1992, cuando las olimpiadas de Barcelona y la Expo de Sevilla.
Nuestro país es muy rico en biodiversidad y no hay que dejar de tomarse en serio la naturaleza si queremos que las generaciones que nos siguen, que nos seguirán, puedan también admirarlo, en tierra, mar y aire.
España cuenta con un 23,28% de su territorio protegido. El MAPAMA recoge en su web los 1.467 lugares que se encuentran incluidos en la lista de la Comisión Europea y aproximadamente el 27% de éstos corresponden a superficie terrestre.
Nosotros, los agricultores, también somos parte de ese territorio. De hecho, estamos firmemente convencidos de que nuestro trabajo, en la mayor parte de los casos, es el mejor aliado del medio ambiente y que, además, ayuda a preservarlo.
La agricultura es una economía productiva de un fuerte valor socioeconómico. Dinamiza la actividad en el medio rural, dando al paisaje un elemento de vida, fija población y es el primer eslabón de una cadena que crea y genera riqueza en el medio rural.
Porque, alrededor de la agricultura o de la ganadería, no sólo está la cadena alimentaria que alimenta también a las ciudades, se encuentra toda una maraña de tejido social, rutas enogastronómicas, turismo rural, senderismo, artesanía…en fin, todo un arsenal de aire puro para los que llegan y trabajo y oxígeno para los que están todo el año. Eso también es conservación.
Somos nosotros y nuestros antecesores los pinceles que, en colaboración con la naturaleza, dibujamos los campos de olivos viñedos, girasoles, almendros o espigas, que hacemos guarda del territorio, que hemos permitido que tras miles de años de actividad agropecuaria exista también la Red Natura y los valores que ampara. Creemos que proteger la biodiversidad y el paisaje pasa por conocer mejor el medio natural y respetarlo, pero también por valorar en una justa medida nuestra aportación real y potencial a su preservación.
Una aportación que se ve estorbada por la política hipócrita que, desde los despachos, dice tintarse de verde y proclama días oficiales, mientras nos condena a una competencia global, salvaje, sin fronteras geográficas, pero tampoco medioambientales, laborales, ni éticas. Cuando las decisiones políticas nos empujan a los agricultores y ganaderos, contra todo lo razonable, a producir más y más barato y cada vez más kilos/litros de todo, a quebrantar los límites de sostenibilidad de los recursos y a acudir de forma intensiva a fertilizantes y fitosanitarios, se está poniendo en peligro el vínculo entre la agricultura y la naturaleza y se está amenazando al modelo de agricultura familiar por el que trabajamos muchos profesionales para producir alimentos de calidad y respetuosos con el entorno.
Un entorno que, no olvidemos, es de todos… para disfrutarlo y para costear su mantenimiento. Hay que cuidar el territorio en su integridad y sólo puede hacerse con garantías si se habilitan los recursos suficientes. La Red Natura 2000 ya nació desde un principio huérfana de ellos, cuando se decidió en la Unión Europea que no contara con un Fondo propio y que se nutriera de los existentes, usando para vestir este santo, los trapos de los que pudiera desnudarse a otros. Aquella decisión ha complicado mucho que se puedan implantar hoy, cuando van aprobándose los planes de gestión de cada espacio, programas que conciten la buena voluntad de todos los agentes que, de alguna manera, estamos implicados en esa conservación, sin dejar atrás a ninguno.
Podríamos hablar de muchos casos específicos en los que algo no funciona por esa tara. Podríamos hablar de los continuos ataques de lobos en comunidades como Madrid o Castilla y León, o de los buitres que atacan a ganado en los partos, de los daños en cosechas y plantaciones de los jabalíes y conejos, de las enfermedades, como la tuberculosis bovina, que trasmite la fauna silvestre a nuestros ganados, o de las limitaciones a la actividad que se imponen en las áreas protegidas y que hacen que los de dentro miremos con envidia a los de fuera y no al contrario, como podría ser si hubiera sabido hacerse de la Red Natura 2000 la oportunidad que debería ser. Pero, mientras las normas de protección a la fauna y la flora llegan irremisiblemente, las supuestas compensaciones y ayudas que deberían protegernos a los agricultores en estas zonas, o sólo se anuncian o si se materializan siempre quedan muy lejos de los anuncios y se pierden en franquicias, retrasos y burocracia.
Señores y señoras, si de verdad queremos conservar la Red Natura 2000, y a mi juicio hay que hacerlo, hay que contar realmente con los que estamos cada día en la naturaleza y comprender que hay que compatibilizar las actividades agropecuarias con la conservación de dichos espacios. No funcionará implantar normativas diseñadas en despachos lejanos de las grandes ciudades y de espaldas a los agricultores y ganaderos y habitantes del medio rural, cargando exclusivamente sobre nosotros esta responsabilidad
Nos esforzaremos en la parte que nos toque, por preservar y conservar. Pero le corresponde a la sociedad, a todos, conocer lo que se quiere mantener, el precio de hacerlo y las consecuencias de no asumirlo. Sólo así podremos reclamar a las Administraciones que cambien este discurso que exhiben lleno de titulares verdes y días oficiales y le dediquen de verdad la voluntad y los presupuestos necesarios, en lugar de ir recortándolos y parcheando como llevan haciendo todos estos años.